sábado, 17 de noviembre de 2007

LA ARAUCANÍA ACTUAL


URBANIZACIÓN.


Rutas de acceso

Se accede al LAGO BUDI desde TEMUCO, la capital regional de La Araucanía.
Para llegar a Temuco:
- Vía terrestre: En vehículo particular o buses por la Ruta 5 Sur. La ciudad cuenta con servicios de arrendamiento de vehículos, transfer y buses intercomunales.
- Vía Ferrocarriles del Estado: Servicio desde Santiago y puntos intermedios todos los días.
- Vía aérea: Desde Santiago, Concepción y otras ciudades. Vuelos diarios directos.
- Desde Argentina: Se accede a través de los pasos Mamuil Malal, Pino Hachado e Icalma.

Una vez en Temuco, se puede llegar al lago Budi por dos vías:
Por Puerto Saavedra en vehículo particular: Puede llegar a Puerto Saavedra desde Temuco a través de una carretera de 83 kms. Una vez en Puerto Saavedra, tome el camino a Boca Budi, ripiado y bien mantenido. Desde allí recorra la vía que circunvala el lago, con acceso a todos los atractivos del circuito turístico.
Por Puerto Domínguez en vehículo particular: Tome la carretera que une Temuco con Puerto Saavedra y tras cruzar la ciudad de Carahue verá las indicaciones que anuncian el acceso a un camino ripiado, de 28 kms. bien mantenidos, que llega a Puerto Domínguez. Desde esa localidad puede circunvalar el lago Budi con acceso a todas las ofertas del circuito.
Desde Temuco en bus: En Temuco puede tomar un bus a Carahue en el terminal rural (salidas cada media hora desde las 07:00). En Carahue puede abordar buses que van a Puerto Domínguez y a Puerto Saavedra.
Al sur de Chile, a 570 kms. de Santiago, se encuentra la Región de la Araucanía, privilegiada por su diversa naturaleza y por un atractivo único: el BUDI, el lago salado más austral del mundo, situado a unos 90 kms. al suroeste de Temuco (la capital regional) y cuyas aguas son compartidas por las comunas de Puerto Saavedra y Teodoro Schmidt.
Desde las localidades de Puerto Domínguez y Puerto Saavedra (sector Boca Budi) se emprende la aventura para conocer la "Naturaleza y Cultura Ancestral del Lago Budi".








Colecciones Patrimoniales
El patrimonio del Museo Regional de la Araucanía reúne diversos bienes culturales tangibles e intangibles de las tradiciones sociales componentes de la sociedad regional contemporánea: comunidades mapuche-pehuenche, inmigrantes españoles, europeos en general y colonos chilenos.


Colecciones que se exhiben en exposiciones permanentes y temporales.

Conserva cerca de 3.000 objetos culturales patrimoniales, ordenados en colecciones arqueológicas, etnográficas, pictóricas, fotográficas e históricas (1400-1800 d.C.) producto de las actividades de investigación y donaciones efectuadas por los habitantes de la zona, entre las cuales destacamos colecciones de textiles y joyas provenientes de la cultura mapuche del siglo XIX, digitalizadas en el programa “SUR” de la Dibam.



Colección Etnográfica Joyas Mapuche
Entre los mapuche hasta el siglo XIX, fue una actividad típicamente artesanal usando el chirri, crisol de piedra refractaria, para elaborar pequeñas joyas como anillos (ihulco), aretes (chaguai). Las "prendas grandes" como la llaman los plateros consisten en los cintillos para el pelo (trarilonco), broches para el chamal (sikil), prededores para rebozos (trapelacucha). Cordones para atar el cabello (lloven nitrove), collares con cuentas anulares (traripel) y punzones usados como alfileres para sujetar la ropa (tupu). Empleando este material también se confeccionó estribos y riendas de platas. Orfebrería que tuvo un gran desarrollo durante el período de las relaciones fronterizas comerciales (siglos XVII a XIX) con Chile central.




Colección de Cueros


Antiguamente se empleaba la piel y órganos de los animales autóctonos: guanacos, púdú, huemules, coipos, hueques, etc. Posteriormente con la asimilación de los animales europeos de caballos, vacunos y corderos. Los utensilios más representativos son ñilla waca, recipientes fabricados con las ubres de vacas; trontrón envases de los órganos, especialmente el estómago de los animales, wenka el odre de cuero. También se fabricaban aperos de trabajo como riendas y monturas de caballares.



Colección Hispana

Este patrimonio esta formado por materiales arqueológicos provenientes del período de la Conquista (1550-1599) y Colonia (1600-1810). Durante la primera etapa la hueste española funda las ciudades de Angol, Imperial y Villarrica reparte la población originaria en encomiendas y los vecinos establecen casas-fuertes en los alrededores destinadas a la explotación de los lavaderos de oro y el trabajo de las haciendas en cultivos de trigo y lino, ganadería y obrajes -industrias- para elaborar textiles en base al lino y lana. Los materiales que se exhiben corresponden a rescates realizados en el sector Santa Silvia, cercano a Villarrica, y corresponden a tejas de cerámica. La invasión española fue fuertemente resistida exhibiéndose también las armas mapuches características de este período: hachas líticas y catancuras enastadas en maderos, mazas líticas, bolas de piedra empleadas en boleadoras y lanzas de madera con puntas del metal arrebatado a los conquistadores.
Del período colonial se muestran las armas de fuego españolas: naranjeros similares a los arcabuces, un mosquetero, pistolas de un tiro y balas de cañones recuperados en el sitio de Imperial (actual Carahue). Otros artefactos como estribos y espuelas de plata, tijeras metálicas despabiladoras -para apagar las velas- y botellas de loza.


Colección Colonización Siglo XIX


En este apartado se reúnen objetos del período de colonización nacional de la Araucanía que comienza con la fundación de Angol en 1862 y continúa con el establecimiento de Toltén, Collipulli, Traiguén, Victoria, Temuco, y finalmente Villarrica en 1883. En un primer momento estos enclaves cumplieron una función militar de avance y contención de la resistencia indígena, para transformarse en los centros de la colonización de la fértil campiña regional. Se establecieron así haciendas destinadas principalmente al cultivo del trigo que dio la fama de granero del Chile a las provincias de Malleco y Cautín, y la instalación de aserraderos para la explotación de los nobles maderas de nuestros bosques. La actividad económica se vinculó con la exportación de los productos regionales los centros poblacionales de Chile central, el Norte salitrero y el mercado europeo. Para ello se habilitó el puerto de Carahue y Puerto Saavedra y se extendió la línea férrea hasta los últimos confines de la Araucanía.
En la muestra permanente del Museo se exhibe una gran maqueta del territorio y relieve regional con cartogramas que describen las fundaciones españolas, los fuertes y misiones, las ciudades fundadas en el siglo XIX y las vías de comunicación del territorio. Entre los objetos patrimoniales debemos destacar los objetos destinados al culto y servicio religioso de las misiones evangelizadoras como cruces y santerías de iglesias desaparecidas. Textos en alemán del celebre misionero capuchino y estudioso de las costumbres mapuche Fray Félix de Augusta. Artefactos del servicio de ferrocarriles: faroles de guardagujas. Teléfonos portátiles de trabajadores que reparaban las líneas férreas, telégrafos y boletos de pasajes en el tren.
Instrumental de los topógrafos dedicados a las actividades de medición de haciendas, fundos, sitios urbanos y caminos. Diversos tipos de armas del Ejército nacional: sables, revólveres, fusiles, cartuchos de balas, etc.
Aspectos del desarrollo urbano de las ciudades de la frontera: fotografías de la primera época de Temuco. Las primeras maquinas de escribir, de coser y balanzas empleadas en el comercio. Teléfonos de pared, relojes de bolsillo y otros aspectos de la sociabilidad fronteriza: abanicos de las mujeres de sociedad, tarjetas de saludos y el gran aparato de la civilización decimonónica: el fonógrafo manual, antecesor del tocadiscos, los casettes y DVD.
En el amplio Parque del Museo se ha instalado una pequeña locomotora empleada en los trabajos de construcción y mantención del "Las Raíces" el más largo de Sudamérica que une la línea central con el ramal que va de Curacacutín pasando por el túnel a Lonquimay en la cordillera andina.

Impacto ambiental temprano en la Araucanía deducido de crónicas españolas y estudios historiográficos.
Ay en algunas partes otro árbol que dicen ‘molle’. Y ay otros árboles muy buenos de que hacen madera para las casas. De la frutilla que dice en la ciudad de Santiago, aparrada por el suelo ay muy gran cantidad, de la cual hacen un brebaje los indios para beber [...]. Y los naturales tienen maíz y frijoles y papas y una yerba a manera de avena, que es buen mantenimiento para ellos [...]. Y ay muchas yerbas parecientes a las de nuestra España.”[1].
De acuerdo con autores contemporáneos, al inicio de la Conquista la población mapuche, que ocupaba el diferente hábitat existente entre los ríos Itata y Toltén, se estimaba en 500.000 personas (
Villlabos 1983, Bengoa 1991). El área de mayor concentración demográfica se localizaba en ambas vertientes de la cordillera de Nahuelbuta y la llanura costera, desde el río Bio-Bio al Imperial (figura 1), tratándose de un poblamiento sedentario de tipo disperso (Bengoa 1991). Según Villalobos (1983), la llanura costera, que se localiza entre Concepción y Arauco, habría sostenido una población de 40.000 indígenas. Algunos sitios arqueológicos del área (conchales de Lagunillas, La Posada y Escuadrón) permiten remontar el origen de este poblamiento al período precerámico (Stehberg 1980).
Esta concentración poblacional se explicaría por la fertilidad del territorio, capaz de generar los recursos necesarios para la manutención de sus habitantes. Los ríos, lagos y lagunas eran fuente de peces comestibles, mientras que en los bosques de Nahuelbuta crecían árboles cuyos frutos (con un alto valor nutritivo) formaban parte de la dieta indígena. No menos importante era la abundancia de presas de caza, destacando entre ellas el guanaco (Lama guanicoe), el huemul (Hippocamelus bissulcus), el pudú (Pudu puda) y otras menores (
Bengoa 1991).
Del mismo modo, los recursos marinos fueron fundamentales en la alimentación y economía indígena, principalmente entre los mapuches costeros o lavquenches
4. El mar proporcionaba gran cantidad y variedad de peces, mariscos y algas, prevaleciendo entre estas últimas el cochayuyo (Durvillea antártica) y luche (Ulva lactuca). Los excedentes de estos productos, secos o deshidratados, eran intercambiados con los araucanos del interior, generándose un activo trueque (Guevara 1925, Masuda, 1998).
4 Denominación geográfica recibida por los habitantes del lavquenmapu o región de la costa. Esta subdivisión del territorio mapuche comprendía la vertiente occidental de la cordillera de Nahuelbuta y la llanura litoral, entre los ríos Bio-Bio y Toltén (Guevara 1925, Krumm 1971-1972).
El conquistador Pedro de Valdivia también reconoció la abundancia del litoral araucano. El 15 de octubre de 1550 describía a Carlos V las características de la bahía de Concepción: “de la mejor pesquería del mundo, de mucha sardina, céfalos, toninas, merluzas, lampreas, lenguados y otros mil géneros de pescados”[2]. En el mismo sentido, mientras se construía la recién fundada ciudad de Concepción del Nuevo Extremo, Vivar escribió: “Y muchas veces y aun muchos días, no comíamos sino mejillones y marisco sacado de la mar, y cogollos chicos y raíces de achupallas, que son a imitación [sic] de palmitos”[3].
La presencia de recursos alimenticios, sumada a la disponibilidad de tierras aptas para el laboreo agrícola, explicaría la sustentabilidad del sistema económico de la sociedad mapuche.
Villalobos (1983), Bengoa (1991) y Chonchol (1994) coinciden en señalar que la economía araucana se basaba fundamentalmente en la recolección, caza y pesca, otorgándoles a la agricultura y ganadería un carácter incipiente y de subsistencia. Sin embargo, otros autores sostienen que la agricultura y, en menor escala, la ganadería eran las principales actividades de la economía araucana, ambas complementadas por la recolección, caza y pesca (Amberga 1917, Latcham 1936, Bullock 1958).
5 Es probable que la llama (Lama lama) haya sido el único animal criado con fines ganaderos por los mapuches, quienes la denominaron “hueque o chilihueque”. Los españoles la llamaron “carnero u oveja de la tierra” (Latcham 1922).

Esta última posición es, en alguna medida, corroborada por la documentación de la época. Pedro de Valdivia, después de recorrer parte de la Araucanía, escribía el 25 de septiembre de 1551 que la tierra era “próspera de ganados como los del Perú, con una lana que le arrastra por el suelo; abundosa de todos los mantenimientos que siembran los indios para su sustentación, así como maíz, papas, quinua, mare, ají y fríjoles”[4]. Lo anterior se refuerza con la crónica de Vivar: “los naturales tienen maíz y fríjoles y papas y una yerba a manera de avena, que es buen mantenimiento para ellos. Son muy grandes labradores y cultivan muy bien la tierra”[1].
Como se puede deducir, el sistema ecológico araucano, abundante en recursos, era capaz de sostener a una importante población indígena que, probablemente, debido a su estadio de desarrollo, no entró en conflicto con el ambiente natural circundante. Esto permitió que la Araucanía conservara grandes áreas prístinas ya que las actividades productivas mapuches no fueron intensivas. Por el contrario, existía una armonía y equilibrio entre espacio, recursos naturales, habitantes y técnicas (
Pacheco 1991). En resumen, la sociedad mapuche precolombina contaba con una estructura armónica tanto en sus relaciones con la naturaleza como en sus relaciones culturales (Bengoa 1991).
Efectos ambientales de la guerra de Arauco. El impulso conquistador español obedeció mayoritariamente a la atracción ejercida por los recursos naturales existentes en la Araucanía (
Pacheco 1991). De acuerdo al criterio económico mercantil de los conquistadores, se pretendía dominar y ocupar extensas áreas geográficas para así explotar sistemáticamente el entorno; esto, mediante labores extractivas como la minería aurífera, tala maderera, y a través del desarrollo de actividades agropecuarias intensivas.
Para realizar la explotación económica de la Araucanía era necesario someter a los indígenas, considerados como mano de obra para los lavaderos y el trabajo agrícola (
Pacheco 1991). Sin embargo, este plan fue obstruido por la resistencia araucana a perder su territorio e independencia. De este modo, con el avance español al sur del Itata, se inició la guerra de Arauco que, con intensidad variable, enfrentaría a mapuches e hispanos hasta la segunda mitad del s. XVII (Villalobos 1995), aun cuando las hostilidades nunca cesaron del todo.
El despojo y servidumbre forzada a que fueron sometidos los indígenas se evidenciaron desde el primer contacto. El 15 de octubre de 1550 Valdivia afirmaba que una vez fortificado el sitio de Concepción, “hice recoger la comida que había en la comarca e meterla en nuestro fuerte, e comencé a correr la tierra y a conquistarla [...] en cuatro meses traje de paz toda la tierra, que ha de servir a la ciudad que aquí he poblado.” [5].
6 El chilihueque u oveja de la tierra siguió existiendo al interior de la Araucanía, en lugares alejados de los españoles. Sin embargo, a fines del s. XVII los mapuches reemplazaron totalmente a la llama por el ganado exótico, situación que definitivamente provocaría su desaparición de la Araucanía y sur de Chile (Bengoa 1991).
De este modo, los araucanos sustituyeron especies, representativas de su tradicional actividad económica, por vegetales y animales introducidos. Tanto los nuevos cereales como el ganado exótico, principalmente caballares, vacunos, ovinos y caprinos, se aclimataron y reprodujeron rápidamente debido a las favorables características ambientales del nuevo hábitat. Así lo describía Vivar:“Dase mucho trigo y cebada [...]. Dase toda la hortaliza de nuestra España y legumbres. Y dance puesto sarmientos y dance muy bien, y higueras. Y se darán todas las demás plantas de nuestra España muy bien, porque el temple es muy bueno”[ 1]. Refiriéndose a la propagación del ganado introducido durante la segunda mitad del s. XVI, el cronista Mariño de Lobera escribió: “Todas estas tierras de Arauco y Tucapel, y las demás circunvecinas son tan excelentes en todo [...], pues todo está lleno de mantenimientos de los hombres y cuando menos de pastos para los ganados, donde hay ovejas sin número, y otras muchas reses, fuera del ganado vacuno que después de la entrada de los españoles, es tan sin tasa, que se lo lleva de balde el que lo quiere”[7].
7 Como resultado de esta sublevación, que duró prácticamente una década, se perdieron todas las ciudades fundadas por los españoles al sur del Bio-Bio: Santa Cruz de Oñez, Angol, Imperial, Villarrica, Valdivia y Osorno (Villalobos 1995).
La cultura mapuche debió asimilar rápidamente muchas de las nuevas especies biológicas para sobrevivir. Dando un paso más, las utilizó para enfrentar en mejores condiciones el dominio español. Este fenómeno antropológico, denominado “aculturación antagónica” (
Zapater 1985)8, fue notorio en toda la Araucanía e influiría profundamente en las relaciones interculturales de mapuches e hispano-criollos durante todo el período colonial (Góngora 1966, Zapater 1985). Zapater (1985) demuestra el proceso de aculturación antagónica mediante la adopción y adaptación que hicieron los mapuches de las armas, instrumentos de hierro, técnicas bélicas y del caballo. En este sentido, destaca la extraordinaria rapidez con que los indígenas se hicieron jinetes. Con la “araucanización del caballo”, el equino pasó a jugar un rol preponderante en la cultura mapuche, especialmente en su capacidad bélica (Leiva 1981).


LA EDUCACIÓN:


Los conventos abrieron escuelas en chile desde el principio, y tuvieron por más de dos siglos el monopolio de la enseñanza, que se reducía a leer, escribir y contar. Las escuelas de mujeres fueron casi desconocidas.
Expulsados los jesuitas, el cabildo mantuvo tres escuelas en santiago, mientras el estado sostenía en la misma ciudad de san Felipe y el internado o convictorio de san Carlos, y en Chillán el colegio de naturales araucanos.
A fines del siglo pasado y a instancia del ilustrado filántropo don Manuel de salas, el rey autorizó también la fundación en santiago de la academia de san luis, escuela de aritmética, geometría y dibujo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

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