sábado, 17 de noviembre de 2007

LA ARAUCANÍA ACTUAL


URBANIZACIÓN.


Rutas de acceso

Se accede al LAGO BUDI desde TEMUCO, la capital regional de La Araucanía.
Para llegar a Temuco:
- Vía terrestre: En vehículo particular o buses por la Ruta 5 Sur. La ciudad cuenta con servicios de arrendamiento de vehículos, transfer y buses intercomunales.
- Vía Ferrocarriles del Estado: Servicio desde Santiago y puntos intermedios todos los días.
- Vía aérea: Desde Santiago, Concepción y otras ciudades. Vuelos diarios directos.
- Desde Argentina: Se accede a través de los pasos Mamuil Malal, Pino Hachado e Icalma.

Una vez en Temuco, se puede llegar al lago Budi por dos vías:
Por Puerto Saavedra en vehículo particular: Puede llegar a Puerto Saavedra desde Temuco a través de una carretera de 83 kms. Una vez en Puerto Saavedra, tome el camino a Boca Budi, ripiado y bien mantenido. Desde allí recorra la vía que circunvala el lago, con acceso a todos los atractivos del circuito turístico.
Por Puerto Domínguez en vehículo particular: Tome la carretera que une Temuco con Puerto Saavedra y tras cruzar la ciudad de Carahue verá las indicaciones que anuncian el acceso a un camino ripiado, de 28 kms. bien mantenidos, que llega a Puerto Domínguez. Desde esa localidad puede circunvalar el lago Budi con acceso a todas las ofertas del circuito.
Desde Temuco en bus: En Temuco puede tomar un bus a Carahue en el terminal rural (salidas cada media hora desde las 07:00). En Carahue puede abordar buses que van a Puerto Domínguez y a Puerto Saavedra.
Al sur de Chile, a 570 kms. de Santiago, se encuentra la Región de la Araucanía, privilegiada por su diversa naturaleza y por un atractivo único: el BUDI, el lago salado más austral del mundo, situado a unos 90 kms. al suroeste de Temuco (la capital regional) y cuyas aguas son compartidas por las comunas de Puerto Saavedra y Teodoro Schmidt.
Desde las localidades de Puerto Domínguez y Puerto Saavedra (sector Boca Budi) se emprende la aventura para conocer la "Naturaleza y Cultura Ancestral del Lago Budi".








Colecciones Patrimoniales
El patrimonio del Museo Regional de la Araucanía reúne diversos bienes culturales tangibles e intangibles de las tradiciones sociales componentes de la sociedad regional contemporánea: comunidades mapuche-pehuenche, inmigrantes españoles, europeos en general y colonos chilenos.


Colecciones que se exhiben en exposiciones permanentes y temporales.

Conserva cerca de 3.000 objetos culturales patrimoniales, ordenados en colecciones arqueológicas, etnográficas, pictóricas, fotográficas e históricas (1400-1800 d.C.) producto de las actividades de investigación y donaciones efectuadas por los habitantes de la zona, entre las cuales destacamos colecciones de textiles y joyas provenientes de la cultura mapuche del siglo XIX, digitalizadas en el programa “SUR” de la Dibam.



Colección Etnográfica Joyas Mapuche
Entre los mapuche hasta el siglo XIX, fue una actividad típicamente artesanal usando el chirri, crisol de piedra refractaria, para elaborar pequeñas joyas como anillos (ihulco), aretes (chaguai). Las "prendas grandes" como la llaman los plateros consisten en los cintillos para el pelo (trarilonco), broches para el chamal (sikil), prededores para rebozos (trapelacucha). Cordones para atar el cabello (lloven nitrove), collares con cuentas anulares (traripel) y punzones usados como alfileres para sujetar la ropa (tupu). Empleando este material también se confeccionó estribos y riendas de platas. Orfebrería que tuvo un gran desarrollo durante el período de las relaciones fronterizas comerciales (siglos XVII a XIX) con Chile central.




Colección de Cueros


Antiguamente se empleaba la piel y órganos de los animales autóctonos: guanacos, púdú, huemules, coipos, hueques, etc. Posteriormente con la asimilación de los animales europeos de caballos, vacunos y corderos. Los utensilios más representativos son ñilla waca, recipientes fabricados con las ubres de vacas; trontrón envases de los órganos, especialmente el estómago de los animales, wenka el odre de cuero. También se fabricaban aperos de trabajo como riendas y monturas de caballares.



Colección Hispana

Este patrimonio esta formado por materiales arqueológicos provenientes del período de la Conquista (1550-1599) y Colonia (1600-1810). Durante la primera etapa la hueste española funda las ciudades de Angol, Imperial y Villarrica reparte la población originaria en encomiendas y los vecinos establecen casas-fuertes en los alrededores destinadas a la explotación de los lavaderos de oro y el trabajo de las haciendas en cultivos de trigo y lino, ganadería y obrajes -industrias- para elaborar textiles en base al lino y lana. Los materiales que se exhiben corresponden a rescates realizados en el sector Santa Silvia, cercano a Villarrica, y corresponden a tejas de cerámica. La invasión española fue fuertemente resistida exhibiéndose también las armas mapuches características de este período: hachas líticas y catancuras enastadas en maderos, mazas líticas, bolas de piedra empleadas en boleadoras y lanzas de madera con puntas del metal arrebatado a los conquistadores.
Del período colonial se muestran las armas de fuego españolas: naranjeros similares a los arcabuces, un mosquetero, pistolas de un tiro y balas de cañones recuperados en el sitio de Imperial (actual Carahue). Otros artefactos como estribos y espuelas de plata, tijeras metálicas despabiladoras -para apagar las velas- y botellas de loza.


Colección Colonización Siglo XIX


En este apartado se reúnen objetos del período de colonización nacional de la Araucanía que comienza con la fundación de Angol en 1862 y continúa con el establecimiento de Toltén, Collipulli, Traiguén, Victoria, Temuco, y finalmente Villarrica en 1883. En un primer momento estos enclaves cumplieron una función militar de avance y contención de la resistencia indígena, para transformarse en los centros de la colonización de la fértil campiña regional. Se establecieron así haciendas destinadas principalmente al cultivo del trigo que dio la fama de granero del Chile a las provincias de Malleco y Cautín, y la instalación de aserraderos para la explotación de los nobles maderas de nuestros bosques. La actividad económica se vinculó con la exportación de los productos regionales los centros poblacionales de Chile central, el Norte salitrero y el mercado europeo. Para ello se habilitó el puerto de Carahue y Puerto Saavedra y se extendió la línea férrea hasta los últimos confines de la Araucanía.
En la muestra permanente del Museo se exhibe una gran maqueta del territorio y relieve regional con cartogramas que describen las fundaciones españolas, los fuertes y misiones, las ciudades fundadas en el siglo XIX y las vías de comunicación del territorio. Entre los objetos patrimoniales debemos destacar los objetos destinados al culto y servicio religioso de las misiones evangelizadoras como cruces y santerías de iglesias desaparecidas. Textos en alemán del celebre misionero capuchino y estudioso de las costumbres mapuche Fray Félix de Augusta. Artefactos del servicio de ferrocarriles: faroles de guardagujas. Teléfonos portátiles de trabajadores que reparaban las líneas férreas, telégrafos y boletos de pasajes en el tren.
Instrumental de los topógrafos dedicados a las actividades de medición de haciendas, fundos, sitios urbanos y caminos. Diversos tipos de armas del Ejército nacional: sables, revólveres, fusiles, cartuchos de balas, etc.
Aspectos del desarrollo urbano de las ciudades de la frontera: fotografías de la primera época de Temuco. Las primeras maquinas de escribir, de coser y balanzas empleadas en el comercio. Teléfonos de pared, relojes de bolsillo y otros aspectos de la sociabilidad fronteriza: abanicos de las mujeres de sociedad, tarjetas de saludos y el gran aparato de la civilización decimonónica: el fonógrafo manual, antecesor del tocadiscos, los casettes y DVD.
En el amplio Parque del Museo se ha instalado una pequeña locomotora empleada en los trabajos de construcción y mantención del "Las Raíces" el más largo de Sudamérica que une la línea central con el ramal que va de Curacacutín pasando por el túnel a Lonquimay en la cordillera andina.

Impacto ambiental temprano en la Araucanía deducido de crónicas españolas y estudios historiográficos.
Ay en algunas partes otro árbol que dicen ‘molle’. Y ay otros árboles muy buenos de que hacen madera para las casas. De la frutilla que dice en la ciudad de Santiago, aparrada por el suelo ay muy gran cantidad, de la cual hacen un brebaje los indios para beber [...]. Y los naturales tienen maíz y frijoles y papas y una yerba a manera de avena, que es buen mantenimiento para ellos [...]. Y ay muchas yerbas parecientes a las de nuestra España.”[1].
De acuerdo con autores contemporáneos, al inicio de la Conquista la población mapuche, que ocupaba el diferente hábitat existente entre los ríos Itata y Toltén, se estimaba en 500.000 personas (
Villlabos 1983, Bengoa 1991). El área de mayor concentración demográfica se localizaba en ambas vertientes de la cordillera de Nahuelbuta y la llanura costera, desde el río Bio-Bio al Imperial (figura 1), tratándose de un poblamiento sedentario de tipo disperso (Bengoa 1991). Según Villalobos (1983), la llanura costera, que se localiza entre Concepción y Arauco, habría sostenido una población de 40.000 indígenas. Algunos sitios arqueológicos del área (conchales de Lagunillas, La Posada y Escuadrón) permiten remontar el origen de este poblamiento al período precerámico (Stehberg 1980).
Esta concentración poblacional se explicaría por la fertilidad del territorio, capaz de generar los recursos necesarios para la manutención de sus habitantes. Los ríos, lagos y lagunas eran fuente de peces comestibles, mientras que en los bosques de Nahuelbuta crecían árboles cuyos frutos (con un alto valor nutritivo) formaban parte de la dieta indígena. No menos importante era la abundancia de presas de caza, destacando entre ellas el guanaco (Lama guanicoe), el huemul (Hippocamelus bissulcus), el pudú (Pudu puda) y otras menores (
Bengoa 1991).
Del mismo modo, los recursos marinos fueron fundamentales en la alimentación y economía indígena, principalmente entre los mapuches costeros o lavquenches
4. El mar proporcionaba gran cantidad y variedad de peces, mariscos y algas, prevaleciendo entre estas últimas el cochayuyo (Durvillea antártica) y luche (Ulva lactuca). Los excedentes de estos productos, secos o deshidratados, eran intercambiados con los araucanos del interior, generándose un activo trueque (Guevara 1925, Masuda, 1998).
4 Denominación geográfica recibida por los habitantes del lavquenmapu o región de la costa. Esta subdivisión del territorio mapuche comprendía la vertiente occidental de la cordillera de Nahuelbuta y la llanura litoral, entre los ríos Bio-Bio y Toltén (Guevara 1925, Krumm 1971-1972).
El conquistador Pedro de Valdivia también reconoció la abundancia del litoral araucano. El 15 de octubre de 1550 describía a Carlos V las características de la bahía de Concepción: “de la mejor pesquería del mundo, de mucha sardina, céfalos, toninas, merluzas, lampreas, lenguados y otros mil géneros de pescados”[2]. En el mismo sentido, mientras se construía la recién fundada ciudad de Concepción del Nuevo Extremo, Vivar escribió: “Y muchas veces y aun muchos días, no comíamos sino mejillones y marisco sacado de la mar, y cogollos chicos y raíces de achupallas, que son a imitación [sic] de palmitos”[3].
La presencia de recursos alimenticios, sumada a la disponibilidad de tierras aptas para el laboreo agrícola, explicaría la sustentabilidad del sistema económico de la sociedad mapuche.
Villalobos (1983), Bengoa (1991) y Chonchol (1994) coinciden en señalar que la economía araucana se basaba fundamentalmente en la recolección, caza y pesca, otorgándoles a la agricultura y ganadería un carácter incipiente y de subsistencia. Sin embargo, otros autores sostienen que la agricultura y, en menor escala, la ganadería eran las principales actividades de la economía araucana, ambas complementadas por la recolección, caza y pesca (Amberga 1917, Latcham 1936, Bullock 1958).
5 Es probable que la llama (Lama lama) haya sido el único animal criado con fines ganaderos por los mapuches, quienes la denominaron “hueque o chilihueque”. Los españoles la llamaron “carnero u oveja de la tierra” (Latcham 1922).

Esta última posición es, en alguna medida, corroborada por la documentación de la época. Pedro de Valdivia, después de recorrer parte de la Araucanía, escribía el 25 de septiembre de 1551 que la tierra era “próspera de ganados como los del Perú, con una lana que le arrastra por el suelo; abundosa de todos los mantenimientos que siembran los indios para su sustentación, así como maíz, papas, quinua, mare, ají y fríjoles”[4]. Lo anterior se refuerza con la crónica de Vivar: “los naturales tienen maíz y fríjoles y papas y una yerba a manera de avena, que es buen mantenimiento para ellos. Son muy grandes labradores y cultivan muy bien la tierra”[1].
Como se puede deducir, el sistema ecológico araucano, abundante en recursos, era capaz de sostener a una importante población indígena que, probablemente, debido a su estadio de desarrollo, no entró en conflicto con el ambiente natural circundante. Esto permitió que la Araucanía conservara grandes áreas prístinas ya que las actividades productivas mapuches no fueron intensivas. Por el contrario, existía una armonía y equilibrio entre espacio, recursos naturales, habitantes y técnicas (
Pacheco 1991). En resumen, la sociedad mapuche precolombina contaba con una estructura armónica tanto en sus relaciones con la naturaleza como en sus relaciones culturales (Bengoa 1991).
Efectos ambientales de la guerra de Arauco. El impulso conquistador español obedeció mayoritariamente a la atracción ejercida por los recursos naturales existentes en la Araucanía (
Pacheco 1991). De acuerdo al criterio económico mercantil de los conquistadores, se pretendía dominar y ocupar extensas áreas geográficas para así explotar sistemáticamente el entorno; esto, mediante labores extractivas como la minería aurífera, tala maderera, y a través del desarrollo de actividades agropecuarias intensivas.
Para realizar la explotación económica de la Araucanía era necesario someter a los indígenas, considerados como mano de obra para los lavaderos y el trabajo agrícola (
Pacheco 1991). Sin embargo, este plan fue obstruido por la resistencia araucana a perder su territorio e independencia. De este modo, con el avance español al sur del Itata, se inició la guerra de Arauco que, con intensidad variable, enfrentaría a mapuches e hispanos hasta la segunda mitad del s. XVII (Villalobos 1995), aun cuando las hostilidades nunca cesaron del todo.
El despojo y servidumbre forzada a que fueron sometidos los indígenas se evidenciaron desde el primer contacto. El 15 de octubre de 1550 Valdivia afirmaba que una vez fortificado el sitio de Concepción, “hice recoger la comida que había en la comarca e meterla en nuestro fuerte, e comencé a correr la tierra y a conquistarla [...] en cuatro meses traje de paz toda la tierra, que ha de servir a la ciudad que aquí he poblado.” [5].
6 El chilihueque u oveja de la tierra siguió existiendo al interior de la Araucanía, en lugares alejados de los españoles. Sin embargo, a fines del s. XVII los mapuches reemplazaron totalmente a la llama por el ganado exótico, situación que definitivamente provocaría su desaparición de la Araucanía y sur de Chile (Bengoa 1991).
De este modo, los araucanos sustituyeron especies, representativas de su tradicional actividad económica, por vegetales y animales introducidos. Tanto los nuevos cereales como el ganado exótico, principalmente caballares, vacunos, ovinos y caprinos, se aclimataron y reprodujeron rápidamente debido a las favorables características ambientales del nuevo hábitat. Así lo describía Vivar:“Dase mucho trigo y cebada [...]. Dase toda la hortaliza de nuestra España y legumbres. Y dance puesto sarmientos y dance muy bien, y higueras. Y se darán todas las demás plantas de nuestra España muy bien, porque el temple es muy bueno”[ 1]. Refiriéndose a la propagación del ganado introducido durante la segunda mitad del s. XVI, el cronista Mariño de Lobera escribió: “Todas estas tierras de Arauco y Tucapel, y las demás circunvecinas son tan excelentes en todo [...], pues todo está lleno de mantenimientos de los hombres y cuando menos de pastos para los ganados, donde hay ovejas sin número, y otras muchas reses, fuera del ganado vacuno que después de la entrada de los españoles, es tan sin tasa, que se lo lleva de balde el que lo quiere”[7].
7 Como resultado de esta sublevación, que duró prácticamente una década, se perdieron todas las ciudades fundadas por los españoles al sur del Bio-Bio: Santa Cruz de Oñez, Angol, Imperial, Villarrica, Valdivia y Osorno (Villalobos 1995).
La cultura mapuche debió asimilar rápidamente muchas de las nuevas especies biológicas para sobrevivir. Dando un paso más, las utilizó para enfrentar en mejores condiciones el dominio español. Este fenómeno antropológico, denominado “aculturación antagónica” (
Zapater 1985)8, fue notorio en toda la Araucanía e influiría profundamente en las relaciones interculturales de mapuches e hispano-criollos durante todo el período colonial (Góngora 1966, Zapater 1985). Zapater (1985) demuestra el proceso de aculturación antagónica mediante la adopción y adaptación que hicieron los mapuches de las armas, instrumentos de hierro, técnicas bélicas y del caballo. En este sentido, destaca la extraordinaria rapidez con que los indígenas se hicieron jinetes. Con la “araucanización del caballo”, el equino pasó a jugar un rol preponderante en la cultura mapuche, especialmente en su capacidad bélica (Leiva 1981).


LA EDUCACIÓN:


Los conventos abrieron escuelas en chile desde el principio, y tuvieron por más de dos siglos el monopolio de la enseñanza, que se reducía a leer, escribir y contar. Las escuelas de mujeres fueron casi desconocidas.
Expulsados los jesuitas, el cabildo mantuvo tres escuelas en santiago, mientras el estado sostenía en la misma ciudad de san Felipe y el internado o convictorio de san Carlos, y en Chillán el colegio de naturales araucanos.
A fines del siglo pasado y a instancia del ilustrado filántropo don Manuel de salas, el rey autorizó también la fundación en santiago de la academia de san luis, escuela de aritmética, geometría y dibujo.


jueves, 8 de noviembre de 2007

COMIENZA LA VIOLENCIA EN EL SUR (1999-2001)


El 22 de enero de 1999 fue presentado a La Moneda un completo informe de la Policía de Investigaciones de Chile, en el que se advertía que una escalada de confrontaciones y enfrentamientos con comunidades indígenas del Sur, particularmente los mapuches, se fraguaba secretamente y estaba por estallar.
Durante el mes de marzo siguiente, un grupo de parlamentarios del Partido Por la Democracia -alertados por las noticias proporcionadas por Investigaciones de Chile y por los propios mapuches- dio crédito públicamente a los temores expuestos y solicitó directamente la aplicación de la Ley de Seguridad Interior de Estado. Con extraordinaria precisión, anticiparon que los principales grupos violentos se estaban organizando en la zona de Traiguén. Inclusive, el senador Roberto Muñoz Barra advirtió al subsecretario de Interior, don Guillermo Pickering, que las actividades forestales que estaban a punto de realizar las empresas Arauco y Mininco sobre 800 hectáreas de pino y eucalipto, iban a ser violentamente reprimidas por las comunidades indígenas que habitaban zonas aledañas ("La Tercera", 4 de marzo de 1999). El acierto a este pronóstico iba a ser escalofriante. Aquel año, sin embargo, se acercaban las elecciones presidenciales, por lo que el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle poco y nada de interés prestó a este documento en un ambiente eleccionario altamente reñido no sólo por la confrontación entre el concertacionista Ricardo Lagos Escobar y el abanderado de oposición Joaquín Lavín Infante, sino también porque la Concertación habría de vivir su propio proceso de medición de fuerzas internas en las primarias para definir al candidato del bloque, y en las que quedaría marginado Andrés Zaldívar, líder demócrata cristiano al igual que Frei Ruiz-Tagle.
En tales circunstancias, la politiquería cubrió de nubes toda posibilidad de atender con prontitud lo que estaba sucediendo en Arauco y el Gobierno desestimó explícitamente la posibilidad de nuevos conflictos, creyendo que los pocos que se contaban a la fecha eran situaciones aisladas. Poco responsable y siempre contradictorio, el subsecretario Pickering declaró en la prensa sobre estas advertencias: "...el pueblo mapuche no está en una actitud de violencia ni pretende violar el orden institucional del país. Los incidentes ocurridos son focos puntuales, protagonizados por pequeños grupos".
Increíblemente, mientras La Moneda hacía estas declaraciones que hoy resultan irónicas por su casi patológica ingenuidad, en la zona de Collipulli comenzaban a agruparse unos 130 propietarios agrícolas en torno a un "Frente Comunal por la Defensa de las Tierras", ante la inminencia de que el conflicto se venía encima.
Y, para manchar más de sarcasmo la candidez del Gobierno, los graves incidentes anunciados comenzaron en la madrugada día siguiente al de las declaraciones de Pickering, cuando un grupo de 300 exaltados de las comunidades Temulemu, Dadaico, Pantano y Lumaco, cuidadosamente organizados en filas de "choque" y "autodefensa" y dirigidos por un "comandante" (al estilo de los batallones callejeros marxistas) atacó a brigadistas y carabineros del fundo Chorrillos, al Suroeste de Traiguén, en la IX Región. Catorce heridos y diez detenidos fue el saldo de la violenta noche.
La insoportable apatía por parte de La Moneda, que poco y nada cambió al asumir Lagos Escobar, caía como maná del cielo para grupos de agitación política que operaban en Chile como filiares de grandes ONG's humanistas, antirracistas y ecologistas de Suecia, España y otros países de Europa a los que los "dirigentes" mapuches viajan con curiosa regularidad. Es contradictorio que este discurso en pro de un trato especial por determinadas razas venga de organizaciones tales como Amnesty International o la Agencia de Desarrollo Internacional, cuyos publicistas se han esmerado en convencer a la comunidad intelectual internacional de que las "razas" precisamente no existen, presentado trabajos científicos como prueba.
También existirían influencias provenientes de otras ONG's como el "Committee on the International Decade", del Partido Comunista norteamericano; de la llamada "League of Indigenous Sovereign Nations of the Western Hemisphere"; de la "Anti-Slavery International" inglesa; de la "Agencia Amerindia" española; de la "Organización de Naciones y Pueblos No Representados", del "Centro de Estudios y Documentación Latinoamericanos" y del "Consejo Indígena", los tres con sede en Holanda; del "Comité Belga América India"; el "Work Group for Indigenous Affairs" de Dinamarca; de la "Asociación Mapuche Relmu" de Francia; de los grupos "Lund", "Ñuke Mapu" y "Voz Roja Nacional Mapuche" de Suecia; y la "Red de Apoyo a los Pueblos Indígenas" noruega. También se sabe de contactos con la "Red Intercultural Tinku" de Finlandia, extraño organismo que apareció involucrado en el levantamiento indígena del territorio del Ecuador.
La decidida y temeraria actuación de esta clase de movilizaciones "indigenistas" -que cuenta con la venia y la asistencia de importantes autoridades parlamentarias- llegó incluso a la interrupción de discursos de autoridades y hasta del propio Presidente de la República durante el año 2000.
Con el tiempo se volverían cada vez más frecuentes las violentas tomas de estancias y haciendas, así como de plantas forestales, incendios de barracas y bosques y otra serie de acciones delictivas con un claro sino de terrorismo, a las que el Gobierno se excusó permanentemente de reprimir, alegando no contar con la capacidad necesaria de fuerza (cosa de la que se olvidó el año 2004, cuando ahora la capacidad sí alcanzaba para enviar cientos de efectivos hasta Haití).
Los grupos de subversión "indigenista" en Chile están ligados principalmente al Consejo de Todas las Tierras y a los llamados Movimiento Identidad Cultural Lafkenche y Coordinadora Arauco-Malleco. Una parte importante de su financiamiento procede de fondos solidarios de países como Suiza y Suecia, entregados bajo el concepto fachada de ser "proyectos de promoción cultural y social indígena".
Se han revelado distintos niveles de nexos, también, con conocidos activistas europeos cuyo grado concreto de relación con la agitación "indigenista" en Chile no ha sido reconocida ni precisada. Entre ellos, figuran los diputados verdes Noel Mamère y Jean Launay, ambos de la izquierda ecológica francesa; la Fundación France Libertés, organismo dependiente del Partido Socialista francés; y no menos importante sería la participación de diputados socialistas españoles como Francisco Fuentes, Teresa Cuniliera y Jordi Pedret y el vasco Carlos Caballero, éste último varias veces señalado como miembro de la ETA. Lo mismo sucede con Olaf Kaltmeier del "Institut für Theologie und Politik" de Münster, Alemania, y con Gastón Lion del "Association Amérique Indienne", en Bélgica.

LA ARAUCANÍA Y LA REPUBLICA ( 1818-1930)




Desde los inicios de la vida republicana, 1818, Chile evidenció la necesidad de contar con una cartografía que le permitiera establecer las dimensiones del territorio que había heredado de su vida colonial, tanto en lo referente a su espacio marítimo como al continental. Esta necesidad no sólo respondía a tomar un conocimiento lo más exhaustivo posible de su forma y extensión sino que para poder establecer el potencial de sus recursos con el propósito de lograr una eficiente administración.

En 1823, el ministro del interior Mariano Egaña se interesó por la idea de crear una academia náutica, que entre sus misiones tendría el levantar una carta de todas las costas de Chile, teniendo en consideración que no se disponía de una obra de esta naturaleza. Pero, mientras tanto, en Europa era cada vez más habitual la publicación de cartas náuticas de estas partes del mundo y los levantamientos hidrográficos en esta parte del mundo habían alcanzado un notable nivel. En lo concerniente al territorio chileno, el hidrógrafo inglés Norie publicó en los años 1822 y 1824, cartas náuticas correspondientes a la región austral y central de Chile. En el año 1843 se publicó por parte del Ministerio de Marina de Chile una carta de gran parte del litoral chileno titulada, Carta incompleta de la costa de Chile, gracias al trabajo realizado por el hidrógrafo inglés Roberto Fitz Roy en 1835 a bordo del buque de Su Majestad Británica Beagle.

Sólo a mediados del siglo XIX los trabajos de los hidrógrafos chilenos van adquiriendo cierta significación, en especial cuando se inician los levantamientos en el litoral de las provincias de Llanquihue y posteriormente en la de Arauco. En 1874 se funda mediante Decreto Supremo la Oficina Hidrográfica, anexada al Ministerio de Marina. Entre los objetivos que debía cumplir, se le entregaba la misión de publicar cartas hidrográficas y efectuar su correspondiente distribución entre las naves de la armada y oficinas marítimas, además se le encomendaba la publicación del Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Destaca la labor de don Francisco Vidal Gormaz quien como director, dio un especial impulso a la Oficina y al Anuario.




Ocupación de la Araucanía (1860-1883)


El fin de la autonomía territorial mapuche
Luego de la
Independencia de Chile (1818), la zona sur se encontraba en una situación muy distinta a la del territorio de la zona central. Los bandoleros y montoneros, grupos de soldados prófugos, asolaban las haciendas mostrando la debilidad de las autoridades de la zona. Sumado a esto, los dirigentes de la ciudad de Concepción se rebelaron en contra de las autoridades centrales en 1851 y 1859. Los distintos grupos mapuche; costinos, pehuenches, abajinos y arribanos, se vieron forzados a tomar posición frente a estos cambios para mantener sus intereses, tal como lo hicieron durante la Colonia. Por ello, no es de extrañar que apoyaran las revoluciones de 1851 y 1859 en beneficio propio. Otro fenómeno presente fue la colonización de tierras agrícolas en la Araucanía, debido al auge cerealero iniciado por la fiebre de oro en California en 1848. Este proceso se caracterizó por el gran número de estafas a tribus mapuche y por diversos conflictos de convivencia entre éstos y los colonos. El Gobierno central consideró como prioridad la ocupación y asentamiento de la zona de la Araucanía, pasando a ser un tema de debate en el país. En 1861, Cornelio Saavedra propuso un plan de “pacificación” que consistió en construir una línea de fortificación por el río Malleco modificando la frontera que tradicionalmente llegaba hasta el Bio-Bio. Dicho proyecto no estuvo exento de conflictos, incluso al interior de las mismas autoridades chilenas; sin embargo, para la mayoría, el progreso del país -entendido como colonización y desarrollo industrial-, necesariamente pasaba por el sometimiento de las distintas tribus mapuche. La aparición del francés Orellie Antoine en 1861, quien se proclamó “Rey de la Araucanía”, dio nuevos argumentos para la ocupación; hizo temer una eventual alianza de Francia con las tribus mapuche. Cornelio Saavedra inició la campaña de 1862 fortificando Mulchén, Negrete, Angol y Lebu. Los grupos indígenas rápidamente se dieron cuenta de las consecuencias de la penetración chilena. Mientras las tribus arribanas y abajinas se decidieron por la resistencia, los pehuenches y costinos formaron alianzas con las autoridades chilenas. Se inició entonces, entre 1867 y 1869, la segunda campaña de Saavedra donde las tropas chilenas se enfrentaron en una violenta guerra con las tribus arribanas bajo el mando del cacique Quilapán. Las prácticas de destrucción de siembras y de aldeas fueron una política declarada del comandante José Manuel Pinto. Tras los primeros acuerdos de paz, en 1870, Saavedra quiso continuar con la siguiente etapa de expansión buscando unir Toltén con Villarrica y así rodear los territorios mapuche. El fracaso en esta etapa del plan, obligó a las autoridades a reconsiderar la estrategia, por lo tanto se optó por consolidar la ocupación de los territorios hasta el río Malleco. Esta decisión fue clave para las campañas posteriores del Ejército de la Frontera, pues permitió una mejor preparación logística gracias al uso del telégrafo y del ferrocarril. De esta manera, tras diez años de tregua, se iniciaron las últimas campañas de ocupación bajo el mando de Gregorio Urrutia y el Ministro Manuel Recabarren, buscando consolidar la línea del río Cautín. A pesar del alzamiento general de los mapuche en 1881, el ejército chileno finalizó su campaña simbolizada en la ocupación y reconstrucción de Villarrica en 1883.
LA COLONIZACIÓN DE LA ARAUCANÍA.

Dentro de la gran cantidad de errores que la legislación chilena ha cometido en las últimas décadas en relación con variadas materias de orden social y de interés nacional, en 1993 vería la luz la llamada Ley Indígena. La promesa de promulgarla algún día había sido la forma en que la Concertación se había garantizado muchos votos indígenas a partir de acuerdos del año 1989, celebrados con algunas comunidades.
Con todas sus buenas intenciones aparte, la nueva ley inmovilizaba la llamada "propiedad indígena" con el propósito de proteger a las comunidades indígenas del peligro de perder sus tierras "ancestrales", lo que resulta en un problema político y más que en la altura de un tema nacional, de fondo, pues estimulaba la expectativa de ciertos grupos indígenas por conseguir plena autonomía y autodeterminación territorial, algo imposible en el concepto de unidad del Estado-Nación, por mucho que moleste el término. También se prestó para posteriores escándalos de corrupción, como sabemos, que involucraran a la Corporación de Desarrollo Indígena precisamente con los dineros de los grupos humanos identificados como los más pobres de Chile, es decir, los propios indígenas.
Se recordará que en aquellos años se vivía aún un fuerte debate histórico a nivel mundial como consecuencia del aniversario 500 del Descubrimiento (o Redescubrimiento) de América, celebrado en 1992, con todo el costo humano que esto trajo a las etnias nativas del territorio americano durante la Conquista del mismo, por lo que no extrañan estos intentos por dar gestos de "reparación" y "reivindicación". Si a este sentimiento sumamos el interés que existían también en el Gobierno de Patricio Aylwin Azócar por lucirse ante la comunidad internacional como una administración humanitaria y tolerante, para establecer sus diferencias con la imagen que se atribuía al Gobierno Militar, el inmediatismo y la precipitación de las decisiones se multiplicaron exponencialmente.
En tanto, los vínculos de mapuches chilenos con correligionarios canadienses (a través de las Universidades de Colombia Británica y de Regina) se mantuvieron en progresión durante aquel mismo período de tiempo. La ley fue celebrada por todos no tanto en su efecto instantáneo, sino más bien por las puertas que podía dejar abiertas.
La peligrosa bomba de tiempo quedó instalada casi seis años, aunque no en silencio, pues connotados políticos y académicos vinculados a la izquierda chilena mantuvieron viva la hoguera del debate sobre el sometimiento indígena desde el Quinto Centenario (ver más abajo) y azuzaron a las comunidades indígenas a adherir a corrientes políticas de corte "progresista" para canalizar sus propias demandas.
Azuzado por sensiblerías falsamente humanistas que están de moda y por el discurso "políticamente correcto" que tanto gusta a las pacatas y menos escrupulosas autoridades, la cruzada "indigenista" alcanzó rápidamente niveles de aceptabilidad y difusión amparándose en los dogmas de la "Raza Originaria" y de los "derechos ancestrales" para mantener y fomentar el estado de un Apartheid benevolente "políticamente correcto" para el pueblo mapuche y, por extensión del cortapizza, para todas las llamadas "minorías étnicas". Los mitos "indigenistas" pasan por suponer que las comunidades indígenas serían "puras" racialmente hablando, cosa impensable si reparamos que en el siglo XVII los cronistas ya describían el mestizaje con españoles o entre los propios indígenas a tal punto que resultaba muy difícil encontrar indios "puros", salvo en lugares apartadísimos del territorio. Obviamente, en tres siglos la situación difícilmente podría mejorar si no es para revolver más aún el mestizaje, por lo que los araucanos que actualmente se identifican con el pueblo mapuche, a estas alturas, sólo son mestizos con predominio de elemento indígena, pero mestizos al fin y al cabo, como el elemento dominante del resto de toda la población nacional. Esto se confirma en el hecho de que muchos de los miembros activos de las comunidades alzadas de indígenas del Sur de Chile se han cambiado sus apellidos a pseudónimos o han hecho prevalecer el apellido de origen mapudungún en alguno de sus ancestros, a pesar de que no son indígenas e incluso algunos marcharon desde ciudades para incorporarse al estilo de vida de esos grupos asumiendo "chapas" con nombres de origen indígena.
La fiebre por el "Bicentenario", para la celebración de los 200 años de la Independencia de Chile, tiene mucho de este sentido oblicuo y poco riguroso del discurso "políticamente correcto", al presentar a Chile como una nación cuya historia propia comienza sólo en 1810, arrojando por la borda siglos de historia y de formación nacional que comienza, cuanto menos, con la llegada de Pedro de Valdivia a sus territorios por ahí por el 1541.

LA ARAUCANIA COLONIAL(1660-1818)




ELCOMERCIO CON ESPAÑA:

Entre las medidas favorables al comercio entre España y América tomadas por los barbones se han señalado ya al establecimiento de los navíos de registro y la ordenanza del comercio libre
Los navíos de registros llevaban a Chile por el cabo de hornos, lo que deja a los puertos del país más cerca de Europa que el callao.
El comercio con España, que se hacia por el cabo de horno con panamá, consistía en la importación de ferretería, clavos y alambres de Vizcayas, sedas de valencia, Murcia y granadas, papel y quincallería de Cataluña, paños de Segovia y Guadalajara y lienzos de Galicia, mientras la cuchillería, los artículos de labraza y las telas de algodón.
Chile, en cambio, sólo podía exportar a España cobre en barras, lo que obligaba a saldar el déficit con oro amonedado.
Al Perú se exportaban preferentemente el trigo, el sebo y el cobre, y de ese país se importaban azúcar, tocuyos, bayetas, tabaco y arroz lo que dejaba un saldo adverso a chile de unos $100.000 anuales (1795).
Los comerciantes de chile tenían que ir a surtirse en la lejana feria de portobello, al otro lado de Panamá, o comprar de segunda mano a los peruanos.
Carlos III otorgo franquicias más liberales: Valparaíso y concepción pudieron comerciar directamente con varios puertos de España (1778).




LA AGRICULTURA:

El siglo XVIII ha sido llamado El siglo del trigo, pues la araucanía y otros partes de Chile fueron el granero de que abasteció a Perú. En efecto, el terremoto, que en 1687 azotó gran parte del país, fue seguido de la aparición del tizón o polvillo negro, que esterilizó completamente buena parte de sus valles fértiles.
A partir de ese momento, el cultivo del trigo, desde Aconcagua a colchagua, fue un negocio remunerador. Junto con subir el precio aumentó la exportación al virreinato: en1712 se enviaron al Perú 250.000 fanegas de 72 kilos.

En ocasiones, las autoridades hubieron de tomar enérgicas medidas para limitar la exportación del cereal, a fin de satisfacer las necesidades del consumo interno.El rendimiento de las tierras, salvo el de las de los jesuitas, era escaso, y los sistemas de cultivo, sencillos y económicos. Se usaba un arado de madera, a veces sin punta de hierro. En las grandes haciendas solo se cultivaba una parte del suelo, mientras “se dejaba descansar” el resto. Las trillas se hacían con yeguas y constituían uno de los grandes entretenimientos campesinos.

El cultivo de la Vid y la fabricación del vino y el aguardiente constituían, especialmente entre el Maule y Chillan, un ramo importante de la agricultura. El vino era guardado en grandes tinajas de greda cocidas que se depositaban en las bodegas. El vino que se exportaba al Perú era conducido en tinajas de menor tamaño y en odres de cuero de cabros.

Para que los vinos y aceites de España se vendieran sin competencia, se prohibió su producción en las colonias; y, si el cultivo de olivo y vid se toleró al fin en Chile y en el Perú, fue a condición de no poder exportar sus productos.
Por otra parte, trababa el progreso de la agricultura la indivisión de los campos, debida la existencia de los mayorazgos y de los grandes dominios territoriales de los conventos. Los canales de regadío eran pocos. la alfalfa apenas se cultivaba en pequeños espacios. El álamo era desconocido.

LA GANADERÍA.

En el último tercio de siglo XVIII, la ganadería llegó a tener un considerable desarrollo.
Las crías de ganado de hacía en forma extensiva. Los animales realimentaban solo de los pastos naturales y en cierta época del año eran trasladados a los valles y laderas de la cordillera.

La distribución variaba según las regiones: en el norte predominaban los cabros; en el centro, los vacunos; desde el Maule hasta el Bio-Bio, los carneros; en valdivia y Chiloe, los puercos.

El ganado vacuno era el que tenía mayor importancia económica, debido a las grandes matanzas que se hacían en el verano y en otoño, para beneficiar el sebo, la grasa, la carne y los cueros. El sebo reexportaba en grandes cantidades a Perú. La carne, mediante la sazón, se transformaba en charqui. Los cueros eran tratados en las curtidurías, y a una que otra fabrica de jarcias y tejidos burdos. elevó cuatro a cinco veces el valor de lo bueyes y las vacas, que llegaron a costar ocho a diez pesos al finalizar la colonia.

La cría del caballo preocupó a los agricultores de esta época. En el caballo Chileno predominó la silueta de la jaca española, con algunas renimiscencias del caballo berberisco, no del árabe ni del andaluz, como se ha afirmado. Desarrolló ciudades de resistencia y de fuerza que lo hicieron admirar de los militares venidos de España y de los viajeros. Amaestrado por diestros amansadores, llegó a ser un utilísimo auxiliar del hombre en las labores campestres, en las campañas y en las fiestas y paseos.

EL ASENTAMIENTO ESPAÑOL EN LA ARAUCANIA (1550-1600)



LAS ENCOMIENDAS:

Desde los tiempos de la conquista, cada gobernador hizo reparticiones de indios entre los españoles que se establecían en las colonias. En chile, durante el gobierno de García Hurtado de Mendoza se produjeron repartos que se consideraron arbitrarios, pues favorecían a los más cercanos a él, y que fueron anulados posteriormente bajo el gobierno de Francisco de Villagra. Tal medida le ocasionó dificultades, debiendo defender su posición ante el virreinato del Perú. El sistema de encomienda se implantó en Haití (La Española) luego de la llegada de Cristóbal Colón y ya en ese tiempo hubo repartición de indios entre los conquistadores.


Más tarde se extendió al resto de las colonias españolas. Cuando se implantó en chile, después de la llegada de Valdivia el sistema de encomienda ya estaba más perfeccionado, debiendo si adoptarse a las condiciones del territorio.


Según una definición del consejo de Indias, de fecha 11 de julio de 1678, la encomienda era “un derecho concedido por merced real a los beneméritos de las indias parta percibir y cobrar para sí los tributos de los indios que se le encomendaren por su vida y la de su heredero, conforme a la ley de sucesión, con cargo de cuidar del bien de los indios en lo espiritual y temporal y defender las provincias que le fueron encomendadas, haciendo homenaje y juramento particular de cumplirlo, y contenida la facultad de encomendero y su obligación en estos términos y a que no tengan poder ni mando, ni se sirven de ellos”.
De acuerdo a este concepto, “el rey era el único soberano sobre los indios y como tales le debían obediencia y tributo”.


Definida así jurídicamente, como lo hace notar la jurista español Solórzano Pereira en su obra “ Política Indiana”, en la práctica la encomienda se ajustó a otras bases: de acuerdo a ella el conquistador agraciado debía proporcionar al rey armas y soldados y servir personalmente en la guerra; debía proporcionar al indio bienestar material y educación religiosa; el indio, por su parte, debía tributar o trabajar para el encomendero. Había pues obligaciones por parte del encomenderos prefirieron el trabajo personal del indio más que el tributo e incurrieron en grandes abusos que fueron denunciados muchas veces a la corte.

La encomienda así como permitió suministrar el trabajo necesario para el asentamiento de la población española, también se prestó en muchos casos, para implantar la más dura explotación indígena. Sin embargo, para muchos investigadores, la encomienda permitió la evolución social y cultural gestándose de dicha manera la raza Chilena.
Las encomiendas se fueron extinguiendo en el mestizaje hasta que fueron suprimidas en 1789 por el gobernador Don Ambrosio O`higgins.

EL MESTIZAJE :

A fines del siglo XVIII, los mapuches sumaban cerca de 150.000 personas.
Su forma de vida ancestral había cambiado, entre otras cosas, por influencia del intenso comercio fronterizo y por la extensión de la agricultura y la ganadería.

Su sangre también había comenzado a mezclarse con sangre española, tanto por acercamientos pacíficos como por la esclavización de mapuches y la captura de mujeres españolas que acompañaba cada alzamiento indígena.
Al norte del Bío-Bío, las pocas comunidades indígenas que sobrevivían en territorio chileno ya no eran “puras”, en términos genéticos ni culturales.
En 1819 se promulgó el bando que reconocía como chilenos a los indígenas de Chile.

La mayoría de los 700.000 chilenos de la época eran mestizos, un grupo numeroso y creciente, cuyas costumbres y visión de mundo incorporaban elementos tanto españoles como indígenas. En esta importante etapa de construcción del “carácter chileno”, la cultura de las clases predominantes era fundamentalmente española, mientras que la influencia indígena se hacía notar en los deportes populares, las supersticiones, la alimentación y el vocabulario.