La vida cambió. Los que llegaron vinieron a quedarse, por lo tanto, a conquistar y someter a los habitantes originarios. A Diego de Almagro no le gustó lo que vio y se fue, buscaba oro. Ese fue el descubridor de Chile que vino desde el Norte Incaico.Encabezados por Hernán Cortés, los españoles, que llegaron a lo que sería Veracruz, fueron acogidos amistosamente por los mexicas en nombre de Moctezuma II.A los españoles recién llegados a lo que sería Veracruz se les agasajó con regalos y provisiones, pues se creyó que Cortés era la encarnación del dios Quetzalcóatl, cuya llegada había sido vaticinada por las profecías. Sin embargo, se le pidió que no ingresara a territorio azteca.Pero Cortés, apoyado por tribus enemigas de los aztecas (los totonecas y losTlaxcaltecas), llegó a Tenochtitlán, en donde finalmente fueron recibidos como huéspedes por Moctezuma (noviembre de 1519).El recelo de los indígenas fue creciendo hasta convertirse en una abierta hostilidad, esto porque los españoles se oponían al culto que hacían los mexicas a sus dioses y porque saquearon todo el oro que pudieron.Un ataque a los hispanos en Veracruz sirvió de pretexto a Cortés para apresar a Moctezuma en su propia corte. Pero el 30 de junio de 1520, los guerreros de Tenochtitlán, dirigidos por Cuitláhuac, hermano de Moctezuma, atacaron a los españoles y los obligaron junto con sus aliados a abandonar la ciudad, siendo luego emboscados en su retirada, en un desastre conocido como la noche triste (1 de julio de 1520).En la primavera de 1521, después de recibir refuerzos, Cortés inició el sitio de Tenochtitlán. Los aztecas, privados de agua y alimentos, resistieron durante cuatro meses. Pero el 13 de agosto se produjo el asalto final de la ciudad, en donde las tropas de Cuauhtémoc, el último gobernante, fueron derrotadas.Así, con la caída de la capital, el apresamiento del emperador y la dispersión del ejército azteca se produjo la rápida y total conquista del imperio por parte de los españoles. Fue la caída de un imperio, sus ciudades y de una gran cultura y civilización.Finalmente, en 1534, el territorio azteca y parte del centroamericano quedó convertido en el Virreinato de la Nueva EspañaLuego vino Pedro de Valdivia para quedarse: fundó de inmediato fuertes y ciudades... Primero Santiago en 1541. En 1550 avanzó hacia el sur, rumbo al Estrecho de Magallanes, y fundó Concepción. En 1552 se internó en plena Araucanía y fundó La Imperial (actual Carahue), cruzó el Toltén y fundó Valdivia, para luego fundar Villa Rica y volver hacia el norte y en 1553 fundar Angol y los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén. ¿Qué buscaba Valdivia en la Araucanía?Primero que nada oro, el cual encontró en los lavaderos de La Imperial, Valdivia y Villa Rica. Sin dudas también le llamó la atención la numerosa población existente para fuerza de trabajo en las encomiendas y lavaderos de oro. Fundar ciudades tan distantes le significó dispersar sus fuerzas y fue derrotado y muerto en la batalla de Tucapel a manos del Lonko Lautaro en 1553.Llegaron nuevos Gobernadores Españoles a Chile y a la Araucanía. Así transcurrió esta primera parte de la Guerra de Arauco. Hasta que, nuevamente, los mapuche derrotan al Ejército Español, en 1598, en la batalla de Curalaba. Esta vez el Lonko Pelantaru vence al Gobernador Martín García Oñez de Loyola, quien muere en el combate. Este gran desastre de las armas hispanas o gran victoria mapuche significó la expulsión de los españoles de los territorios comprendidos entre el río Toltén por el sur hasta el río Bío-Bío por el norte y con ello la pérdida y destrucción de las ciudades fundadas por Pedro de Valdivia: La Imperial 1599, Villa Rica 1602. Así se pone fin al período de la Conquista y comienza el período de la Colonia con una situación territorial que se indica en el mapa anterior.El ambicioso capitán don Pedro de Valdivia se atrevió a emprender la conquista del territorio recorrido por Almagro. Le costó mucho reunir soldados para que lo acompañaran. Salió del Cuzco con pocos hombres; en el camino se le unieron otros; cuando llegó al centro del señorío de Atacama (en el norte de Chile), tenía unos ciento cincuenta soldados. En 1541 llegaron al hermoso valle del río Mapocho y fundaron la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo. Ese mismo año sus casas de paja fueron completamente incendiadas (burnt) en un violento ataque encabezado por Michimalongo. Los conquistadores perdieron todo menos unos puñados de trigo, dos gallinas y tres puercos. Pero Valdivia no se desanimó. Pidió refuerzos al Perú, reconstruyó la "ciudad" y sembró (to sow) el escaso trigo, esperando el momento para avanzar hacia el sur. Allí se hallaba la mayor parte de la población indígena; con su trabajo planeaba explotar las minas de oro y hacer producir una tierra que consideraba la más fértil del mundo.En la primavera de 1549 se dirigió hacia el territorio poblado por las tribus araucanas. A pesar de tener pocos soldados, don Pedro fundó ciudades, repartió tierras y dio encomiendas de indios a los conquistadores. La Serena, Concepción, La Imperial, Valdivia, Angol y los fuertes de Tucapel, Arauco y Purén se agregaron a Santiago. Los araucanos los resistieron con gran energía, y no se sometieron a la esclavitud. Comandados por un joven toqui, Lautaro, prepararon una emboscada (ambush) donde cayó muerto el Capitán Valdivia el año 1553. Así comenzó la Guerra Ofensiva en la Araucanía. Año tras año durante la primavera, los españoles organizaban violentos ataques a las poblaciones araucanas; los habitantes respondían atacando las ciudades y fincas europeas. De ambos lados se tomaban prisioneros que eran esclavizados o sometidos a crueles tormentos. Los araucanos mantuvieron la resistencia activa hasta los años 1880's, mostrando gran talento de adaptación, respeto de sí mismos y orgullo de su raza.Las hazañas de Lautaro, Caupolicán y Galvarino fueron narradas por don Alonso de Ercilla y Zúñiga en el poema épico La araucana.Mientras tanto los europeos criaban ganado en extensas haciendas y cultivaban productos traídos desde la península en las chacras cercanas a las ciudades. La conquista de Chile se detuvo en los últimos años de la década de 1550. En los años siguientes, la colonia sufrió numerosos ataques de piratas como Sir Francis Drake y Thomas Cavendish, que deseaban romper el bloqueo comercial impuesto por los españoles en tierras americanas.Los abusos de los encomenderos que ansiaban enriquecerse en el menor tiempo posible hacían cada vez más odiosa la presencia hispana en tierras araucanas. El toqui Pelantaru preparó una rebelión general que estalló en 1598 cuando fue muerto el último gobernador del siglo XVI, don Martín García Oñez de Loyola. Esto marcó el fin de la Conquista pues debieron ser abandonadas las ciudades levantadas al sur del río Biobío, estableciéndose como frontera la ribera norte.
lunes, 22 de octubre de 2007
miércoles, 10 de octubre de 2007
UN SIGLO DE INTENSO CONFLICTO BÉLICO
INICIO DE LA GUERRA DE ARAUCO
La relación entre indígenas y conquistadores es en muchas ocasiones conflictivas. En Chile, ese enfrentamiento se da con el pueblo mapuche, y se extiende por casi trescientos años. Una primera fase tiene lugar en los comienzos de la conquista. Es llamada guerra ofensiva, ya que los mapuches no sólo se resisten a que sus tierras sean ocupadas, sino que también atacan a los españoles con la esperanza de expulsarlos del territorio. Una segunda fase, que se establece ya consolidada la Colonia, es la denominada "guerra defensiva", en donde los enfrentamientos tienen como objetivo la resistencia permanente a la dominación del territorio.
El primer alzamiento se produce en 1550, en la zona de Tucapel. Allí muere Pedro de Valdivia, generando un gran conflicto respecto de quien ocupará el cargo de gobernador. Uno de los candidatos, Francisco de Villagra, se enfrenta en reiteradas ocasiones con los mapuches, liderados por Lautaro y sus guerreros, sin éxito. Concepción queda prácticamente despoblada, y el pánico se apodera de los habitantes de Santiago. Finalmente Villagra logra apresar a Lautaro, mientras el Virrey del Perú nombra Gobernador de Chile a su propio hijo, García Hurtado de Mendoza. Al llegar a Chile con un numeroso ejército, el nuevo Gobernador organiza una campaña contra los mapuches que durará quince meses. Durante ese tiempo repuebla la ciudad de Concepción, reconstruye el fuerte Tucapel y funda las ciudades de Osorno y Cañete. Hurtado de Mendoza, también enfrenta a Caupolicán, sucesor de Lautaro y nuevo líder de las rebeliones, capturándolo y asesinándolo cruelmente.
En 1561, Mendoza regresa al Perú, creyendo haber sometido a los mapuches, que en realidad sólo se han replegado esperando condiciones más adecuadas para atacar. Francisco de Villagra asume el cargo de gobernador, y ese mismo año estalla el segundo levantamiento. Requiere un período de seis años aproximadamente, controlar la situación. Tres son los gobernadores que tienen que lidiar con los enfrentamientos bélicos Posteriormente se suceden treinta años de relativa tranquilidad. Sin embargo, las autoridades gubernamentales no pueden ingresar aún al territorio.
Esta aparente calma, se rompe bruscamente el 23 de diciembre de 1598, en el combate de Curalaba, durante el gobierno de Martín García Oñez de Loyola, quien muere en los enfrentamientos. Se da inicio así, al tercer levantamiento general, posiblemente el más cruento. Prácticamente todo el sur, incluyendo las ciudades Santa Cruz, Chillán, Villarrica, La Imperial, Osorno, Valdivia y Angol, con sus haciendas, fuertes y lavaderos, quedan desvastadas.
La reacción española al desastre, no es menos violenta, dado el pánico que produce la insurrección mapuche. Se desata entonces una guerra cruel y sangrienta. La corona española decide tomar cartas en el asunto, designando como gobernador a Alonso de Ribera, un experimentado militar. Se construye una frontera sobre la base de fuertes, cercana al río Biobío, y con el propósito de ir lentamente penetrando el territorio mapuche. Para ello se cuenta con un ejército permanente que se mantiene en la frontera. A pesar de lo anterior ninguna de estas estrategias resulta exitosa. Otra de las medidas extremas, es la de esclavizar a aquellos indios rebeldes que son capturados.
El decreto es dictado en 1608 por Felipe III. Esto intensifica los abusos ya que entonces la guerra cobra un incentivo adicional. Muchas veces se captura a los indígenas que se encuentran ajenos al conflicto, sólo por el interés de esclavizarlos. Entre 1612 y 1625, se desarrolla lo que se ha denominado la guerra defensiva, atribuida en gran parte al sacerdote jesuita Luís de Valdivia. Este se opone tenazmente a la esclavitud indígena, denunciando los malos tratos a que son sometidos. Si bien en 1612 logra suspender la cédula que declara esclavos a los indios rebeldes, y el mismo se compromete a liderar la evangelización de los mapuches, la guerra defensiva no prospera y retornan los enfrentamientos. Entre 1625 y 1639, se retoma la ofensiva española aplicándose nuevamente la cédula de 1608, pero no se logra progreso alguno, ni para españoles, ni para mapuches. Entre 1639 y 1655 se inicia otro período, caracterizado por los llamados parlamentos, reuniones entre los dos bandos en donde los españoles reconocen implícitamente la soberanía mapuche y éstos por su parte se comprometen a permitir el ingreso de evangelizadores a su territorio. Esta modalidad, iniciativa de los jesuitas, es utilizada en numerosas ocasiones durante el dominio español, pero no resulta completamente exitosa, ya que los mapuches no cuentan con una unidad política. La incorporación de La Araucanía al territorio nacional vendrá mucho después, cuando el sistema de dominación española ya no esté presente en el territorio americano La posesión de chile costó a España, en soldados y en dinero, más que todo el resto de América. Los araucanos no se sometieron jamás, no aceptando seguir el destino de los indios del norte, obligados a la servidumbre por los Encomenderos Españoles. Aunque con el tiempo decayó su primitivo vigor, los araucanos renovaron siempre la guerra, que degeneró en pillaje. Los indios, ya adueñados del caballo, hacían sus malones, robando o destruyendo cuanto hallaban en tierras de españoles.
Estos a su vez arremetían contra tierras de indios para arrasarlo todo y tomar prisioneros que destinaban a las encomiendas. Para muchos la guerra era así una un negocio que convenía prolongar. Martín García Oñez de Loyola (1548 o 1549-1598), veedor de Túpac Amaru en 1572 y sobrino del virrey del Perú Francisco de Toledo (1516-1582), fue designado gobernador de Chile en el año 1592 Tras su acción contra el inca rebelde, había casado con Beatriz Sapay Coya, princesa hija del inca sairi Túpac y descendiente, por lo tanto, de Manco Cápac y de la dinastía que había gobernado el imperio incaico antes de la llegada de los españoles. La relación familiar de Oñez de Loyola con los indígenas le llevó a practicar una política de atracción que pusiera fin al estado de crónico enfrentamiento.
La relación entre indígenas y conquistadores es en muchas ocasiones conflictivas. En Chile, ese enfrentamiento se da con el pueblo mapuche, y se extiende por casi trescientos años. Una primera fase tiene lugar en los comienzos de la conquista. Es llamada guerra ofensiva, ya que los mapuches no sólo se resisten a que sus tierras sean ocupadas, sino que también atacan a los españoles con la esperanza de expulsarlos del territorio. Una segunda fase, que se establece ya consolidada la Colonia, es la denominada "guerra defensiva", en donde los enfrentamientos tienen como objetivo la resistencia permanente a la dominación del territorio.
El primer alzamiento se produce en 1550, en la zona de Tucapel. Allí muere Pedro de Valdivia, generando un gran conflicto respecto de quien ocupará el cargo de gobernador. Uno de los candidatos, Francisco de Villagra, se enfrenta en reiteradas ocasiones con los mapuches, liderados por Lautaro y sus guerreros, sin éxito. Concepción queda prácticamente despoblada, y el pánico se apodera de los habitantes de Santiago. Finalmente Villagra logra apresar a Lautaro, mientras el Virrey del Perú nombra Gobernador de Chile a su propio hijo, García Hurtado de Mendoza. Al llegar a Chile con un numeroso ejército, el nuevo Gobernador organiza una campaña contra los mapuches que durará quince meses. Durante ese tiempo repuebla la ciudad de Concepción, reconstruye el fuerte Tucapel y funda las ciudades de Osorno y Cañete. Hurtado de Mendoza, también enfrenta a Caupolicán, sucesor de Lautaro y nuevo líder de las rebeliones, capturándolo y asesinándolo cruelmente.
En 1561, Mendoza regresa al Perú, creyendo haber sometido a los mapuches, que en realidad sólo se han replegado esperando condiciones más adecuadas para atacar. Francisco de Villagra asume el cargo de gobernador, y ese mismo año estalla el segundo levantamiento. Requiere un período de seis años aproximadamente, controlar la situación. Tres son los gobernadores que tienen que lidiar con los enfrentamientos bélicos Posteriormente se suceden treinta años de relativa tranquilidad. Sin embargo, las autoridades gubernamentales no pueden ingresar aún al territorio.
Esta aparente calma, se rompe bruscamente el 23 de diciembre de 1598, en el combate de Curalaba, durante el gobierno de Martín García Oñez de Loyola, quien muere en los enfrentamientos. Se da inicio así, al tercer levantamiento general, posiblemente el más cruento. Prácticamente todo el sur, incluyendo las ciudades Santa Cruz, Chillán, Villarrica, La Imperial, Osorno, Valdivia y Angol, con sus haciendas, fuertes y lavaderos, quedan desvastadas.
La reacción española al desastre, no es menos violenta, dado el pánico que produce la insurrección mapuche. Se desata entonces una guerra cruel y sangrienta. La corona española decide tomar cartas en el asunto, designando como gobernador a Alonso de Ribera, un experimentado militar. Se construye una frontera sobre la base de fuertes, cercana al río Biobío, y con el propósito de ir lentamente penetrando el territorio mapuche. Para ello se cuenta con un ejército permanente que se mantiene en la frontera. A pesar de lo anterior ninguna de estas estrategias resulta exitosa. Otra de las medidas extremas, es la de esclavizar a aquellos indios rebeldes que son capturados.
El decreto es dictado en 1608 por Felipe III. Esto intensifica los abusos ya que entonces la guerra cobra un incentivo adicional. Muchas veces se captura a los indígenas que se encuentran ajenos al conflicto, sólo por el interés de esclavizarlos. Entre 1612 y 1625, se desarrolla lo que se ha denominado la guerra defensiva, atribuida en gran parte al sacerdote jesuita Luís de Valdivia. Este se opone tenazmente a la esclavitud indígena, denunciando los malos tratos a que son sometidos. Si bien en 1612 logra suspender la cédula que declara esclavos a los indios rebeldes, y el mismo se compromete a liderar la evangelización de los mapuches, la guerra defensiva no prospera y retornan los enfrentamientos. Entre 1625 y 1639, se retoma la ofensiva española aplicándose nuevamente la cédula de 1608, pero no se logra progreso alguno, ni para españoles, ni para mapuches. Entre 1639 y 1655 se inicia otro período, caracterizado por los llamados parlamentos, reuniones entre los dos bandos en donde los españoles reconocen implícitamente la soberanía mapuche y éstos por su parte se comprometen a permitir el ingreso de evangelizadores a su territorio. Esta modalidad, iniciativa de los jesuitas, es utilizada en numerosas ocasiones durante el dominio español, pero no resulta completamente exitosa, ya que los mapuches no cuentan con una unidad política. La incorporación de La Araucanía al territorio nacional vendrá mucho después, cuando el sistema de dominación española ya no esté presente en el territorio americano La posesión de chile costó a España, en soldados y en dinero, más que todo el resto de América. Los araucanos no se sometieron jamás, no aceptando seguir el destino de los indios del norte, obligados a la servidumbre por los Encomenderos Españoles. Aunque con el tiempo decayó su primitivo vigor, los araucanos renovaron siempre la guerra, que degeneró en pillaje. Los indios, ya adueñados del caballo, hacían sus malones, robando o destruyendo cuanto hallaban en tierras de españoles.
Estos a su vez arremetían contra tierras de indios para arrasarlo todo y tomar prisioneros que destinaban a las encomiendas. Para muchos la guerra era así una un negocio que convenía prolongar. Martín García Oñez de Loyola (1548 o 1549-1598), veedor de Túpac Amaru en 1572 y sobrino del virrey del Perú Francisco de Toledo (1516-1582), fue designado gobernador de Chile en el año 1592 Tras su acción contra el inca rebelde, había casado con Beatriz Sapay Coya, princesa hija del inca sairi Túpac y descendiente, por lo tanto, de Manco Cápac y de la dinastía que había gobernado el imperio incaico antes de la llegada de los españoles. La relación familiar de Oñez de Loyola con los indígenas le llevó a practicar una política de atracción que pusiera fin al estado de crónico enfrentamiento.
La Guerra de Arauco, narrada por diferentes cronistas durante el período colonial, suele evocarse en Chile como una constante guerra a muerte, de trescientos años, entre españoles y mapuche. Sin embargo, la historiografía contemporánea distingue entre un primer siglo de intenso conflicto bélico (1550-1656) y una etapa posterior en la que se hacen más esporádicos los enfrentamientos, predominando las relaciones fronterizas entre el mundo mapuche y los hispano-criollos, las que a la par de incidir en un fuerte proceso de transculturación de los primeros, los transformaron en una de las etnias más poderosas y celosamente independientes de Sudamérica. La primera etapa de la guerra se inició con la conquista de los españoles hacia el sur del país. A pesar de las ventajas iniciales de los españoles, como el uso del caballo y de sus armas, los araucanos rápidamente las aprovecharon, sacando partido además, de su entorno natural, desarrollando así tácticas de combate propias. La avanzada de la hueste, las ciudades fundadas y las fortalezas al sur del Bío-Bío sufrieron continuos ataques por grupos indígenas distintos. De tal modo, las primeras ciudades del sur pasaron a ser fortalezas militares mal abastecidas, constantemente sitiadas y destruidas por los indígenas. Esta situación llegó a su punto más alto tras la batalla de Curalaba (1598), donde el gobernador Martín García Oñez de Loyola fue decapitado y los españoles se vieron obligados a replegarse más arriba del Bío-Bío, abandonando las ciudades fundadas en el sur. Por su parte el ejército español distó de ser profesional y fue descrito por el gobernador Alonso de Ribera en términos lamentables, dada su precariedad material y moral. Éste estuvo compuesto por los encomenderos de Santiago y Concepción quienes debieron costear sus propias armas y pertrechos junto a un gran número de indios de encomienda. Estas tropas realizaron incursiones cada verano para realizar las llamadas campeadas, la destrucción de las sementeras indígenas y toma de prisioneros de guerra como esclavos, lo cual explica, en gran parte, el odio que los araucanos sentían hacia el invasor español. Los distintos gobernadores españoles ensayaron diferentes estrategias para hacer frente a la guerra; sin embargo, todas ellas tienen en común la idea de una frontera con lo cual se solucionó el problema inicial de la sobre extensión del dominio español. Una de las reformas más importantes fue la impulsada por el gobernador Alonso de Ribera, quien suplicó al rey Felipe III la creación de un Real Situado, para pagarle un sueldo a los soldados y así crear un ejército profesional. Finalmente, en 1603, se autorizó este Socorro de Arauco desde las arcas del Virreinato del Perú, el cual tuvo un impacto económico en el comercio realizado en la misma frontera entre indígenas y españoles. Otra estrategia fue la Guerra Defensiva planteada por el Padre Luis de Valdivia en 1612, que consistió en detener las incursiones españolas y la esclavitud indígena para así convertir a la fe a los araucanos. Sin embargo, al cabo de 10 años fue considerada un fracaso y se volvió a la idea de una frontera móvil. Pero para este período (1623 hasta 1656) la intensidad de los combates disminuyó produciéndose una situación mucho más compleja en relaciones fronterizas donde el comercio y otro tipo de interacciones fueron más importantes que la guerra.
martes, 9 de octubre de 2007
LOS PRIMEROS HABITANTES DE LA ARUCANIA: LOS MAPUCHES
El pueblo mapuche es y ha sido siempre una de las etnias originarias más importantes del país, tanto por su peso social y demográfico como por su fuerte sentido de identidad cultural, que ha encontrado históricamente formas de resistencia y de adaptación a la dinámica del contacto fronterizo con españoles y chilenos. Asentados históricamente entre los ríos Itata y Toltén, en la zona centro-sur del país, y emparentados lingüísticamente con sus vecinos picunches y huilliches, los mapuche presentaron una encarnizada resistencia a la dominación española durante todo el siglo XVI, hasta el punto de expulsar definitivamente a los castellanos de su territorio, luego de la gran rebelión que duró desde 1598 a 1602. La Guerra de Arauco se prolongó toda la primera mitad del siglo XVII, decayendo luego de la última gran rebelión mapuche de 1656, fecha desde la cual las relaciones fronterizas se distendieron y se produjeron importantes transformaciones sociales en el pueblo mapuche, fruto de su expansión a las pampas argentinas y la intensificación del comercio entre éstos y los criollos. Convertida en una de las etnias más poderosas de Sudamérica, los mapuche debieron resistir durante todo el siglo XIX, la intensa presión de las nuevas repúblicas de Chile y Argentina, que a través de respectivas campañas militares ocuparon la región. La integración de la Araucanía al territorio chileno en 1882, provocó el derrumbe de toda una sociedad que había encontrado la manera de adaptarse a siglos de lucha y contacto fronterizo. Los mapuche fueron confinados en territorios delimitados por el Estado, cerrándose el tránsito entre Chile y las pampas argentinas y obligándolos de esta manera a convertirse en un pueblo campesino, en tierras de mala calidad de la zona costera y la precordillera andina. La conformación de grandes latifundios a partir del remate de llamadas "tierras baldías", por parte del Estado, agravó la situación, creando una estructura agraria fuertemente desigual, a la vez que se sumaron, durante la primera mitad del siglo XX, las exacciones y estafas a comunidades mapuche, que vieron mermadas gran parte de sus tierras. El crecimiento demográfico y la contracción de las tierras comunales, dio inicio a una intensa corriente de migración campo-ciudad, lo que ha llevado a que hoy más de la mitad de los mapuche chilenos vivan en las ciudades. Esta etnia fue descrita por cronistas laicos y eclesiásticos en el período colonial, sin embargo, fue a fines del siglo XIX cuando se realizaron los primeros estudios de carácter científico sobre esta etnia. El lingüista alemán Rodolfo Lenz y el sacerdote capuchino Félix José de Augusta estudiaron su idioma, el mapudungun, del cual De Augusta redactó su primera gramática moderna en 1903. Tomás Guevara y Ricardo E. Latcham, por su parte, redactaron los primeros trabajos etnográficos sobre la etnia, utilizando informantes indígenas y observaciones de campo, así como algunos descubrimientos arqueológicos y los datos proporcionados por cronistas españoles. Desde una perspectiva mapuche se sitúan los trabajos de Manuel Manquilef y la autobiografía del lonko Pascual Coña, que relató oralmente un anciano cacique mapuche al misionero capuchino Ernesto Wilhem de Moesbach. Los estudios descriptivos de Latcham, Guevara, Augusta y Lenz fueron hechos sobre la base de la realidad mapuche anterior al confinamiento en reducciones, por lo que proporcionan un valioso material histórico y etnográfico sobre la transición entre una sociedad ganadera a una campesina, sometida y clausurada geográficamente. A mediados del siglo XX, se iniciaron los primeros estudios de campo entre las comunidades mapuche que aplicaron metodologías etnográficas modernas: de esta modalidad destacan los trabajos de Misha Titiev y Louis Faron. En la actualidad, los estudios fronterizos y etnohistóricos han entregado nuevas interpretaciones de la realidad mapuche, sobre la base de una lectura más profunda de las fuentes históricas y nuevos datos etnográficos.
jueves, 4 de octubre de 2007
CREENCIAS
Ceremonias rituales: machitún y nguillatún
La base de los ritos mapuches era la rogativa o petición. La ceremonia del nguillatún tenía por objeto pedir al Pillán y al totem que beneficiaran al pueblo con lluvias, cosechas abundantes, el aumento del ganado y otros favores.
La ceremonia del machitún se efectuaba para sanar a algún mapuche enfermo. Para ello intervenía un curandero llamado machi, al que se le atribuía poderes sobrenaturales que le permitían comunicarse con los espíritus. En el rito, el machi colocaba hojas de canelo -considerado como el árbol sagrado mapuche- y las encendía mientras realizaba cantos y danzas alrededor del paciente al son del kultrún, un tambor utilizado para invocar la ayuda de los pillanes bienhechores. Así, cuando la ruca se llenaba de humo, el machi, usando sus conocimientos de hipnotismo, creaba un fenómeno de alucinación colectiva, y fingía clavar un cuchillo en el enfermo. Después "urgaba" en el interior del mismo y les mostraba a los parientes la causa del mal, representada en lagartijas o insectos.
Finalmente, recetaba hierbas medicinales, como boldo, bailahuén, maitén, quillay y arrayán, entre otras.
Un elemento importante en el machitún era el rehue, un poste tallado donde el machi imploraba la ayuda de los espíritus.
La base de los ritos mapuches era la rogativa o petición. La ceremonia del nguillatún tenía por objeto pedir al Pillán y al totem que beneficiaran al pueblo con lluvias, cosechas abundantes, el aumento del ganado y otros favores.
La ceremonia del machitún se efectuaba para sanar a algún mapuche enfermo. Para ello intervenía un curandero llamado machi, al que se le atribuía poderes sobrenaturales que le permitían comunicarse con los espíritus. En el rito, el machi colocaba hojas de canelo -considerado como el árbol sagrado mapuche- y las encendía mientras realizaba cantos y danzas alrededor del paciente al son del kultrún, un tambor utilizado para invocar la ayuda de los pillanes bienhechores. Así, cuando la ruca se llenaba de humo, el machi, usando sus conocimientos de hipnotismo, creaba un fenómeno de alucinación colectiva, y fingía clavar un cuchillo en el enfermo. Después "urgaba" en el interior del mismo y les mostraba a los parientes la causa del mal, representada en lagartijas o insectos.
Finalmente, recetaba hierbas medicinales, como boldo, bailahuén, maitén, quillay y arrayán, entre otras.
Un elemento importante en el machitún era el rehue, un poste tallado donde el machi imploraba la ayuda de los espíritus.
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LA ORGANIZACION Y ORDEN SOCIAL
El jefe mapuche representa, persuade, convence, pero no ordena. La sociedad mapuche solía organizarse básicamente en grupos familiares, que se distribuían en algunas pocas rancherías y cuya máxima autoridad era el lonko, elegido en virtud de su riqueza, buen juicio y elocuencia.
Su mandato estaba basado en la prudencia y se sostenía en base a la colaboración social y la cohesión familiar. Debía consultar con los demás jefes de familia cada resolución que afectara a la comunidad y no se le toleraban actitudes autocráticas. La dispersión de los asentamientos y la posibilidad de que quienes disintieran formaran otro grupo y se establecieran en otro lugar, contribuían a que la subordinación al lonko estuviera muy lejos de ser absoluta.
Los grupos familiares se agrupaban en unidades mayores, denominadas levos o rehues, que solían llegar a contar con más de 2.000 personas. En tiempos de paz eran dirigidos por un ülmen y en tiempos de guerra, por un toki. Sólo en ocasión de grandes calamidades, como terremotos, epidemias o guerras, los diversos rehues se reunían para constituir el Aillarehue, la máxima expresión de la organización social mapuche. Durante la Guerra de Arauco, esta agrupación era llamada Huichanmapu y dirigida por el Nguentoqui, cuyo liderazgo sólo duraba mientras durase el conflicto militar.
Su mandato estaba basado en la prudencia y se sostenía en base a la colaboración social y la cohesión familiar. Debía consultar con los demás jefes de familia cada resolución que afectara a la comunidad y no se le toleraban actitudes autocráticas. La dispersión de los asentamientos y la posibilidad de que quienes disintieran formaran otro grupo y se establecieran en otro lugar, contribuían a que la subordinación al lonko estuviera muy lejos de ser absoluta.
Los grupos familiares se agrupaban en unidades mayores, denominadas levos o rehues, que solían llegar a contar con más de 2.000 personas. En tiempos de paz eran dirigidos por un ülmen y en tiempos de guerra, por un toki. Sólo en ocasión de grandes calamidades, como terremotos, epidemias o guerras, los diversos rehues se reunían para constituir el Aillarehue, la máxima expresión de la organización social mapuche. Durante la Guerra de Arauco, esta agrupación era llamada Huichanmapu y dirigida por el Nguentoqui, cuyo liderazgo sólo duraba mientras durase el conflicto militar.
Los grupos de parentesco constituyen la base de la estructura social de toda agrupación humana independiente de su tamaño. La sociedad mapuche, antes de la conquista española, se estructuraba política y socialmente en pequeños grupos de parentesco, siendo su unidad fundamental el lof. En aquella época, el pueblo mapuche basaba su subsistencia en una economía mixta de horticultura y ganadería complementada por la caza, por lo tanto tenían un desarrollo protoagrario. En tiempos de guerra las unidades familiares se articulaban bajo mecanismos tribales, que se disolvían una vez reestablecida la paz y de este modo volvía el control administrativo a los jefes de los grupos locales. Estas pequeñas unidades o estructuras sociales funcionaban de manera autónoma, no existiendo una sola autoridad tribal permanente que tuviera jurisdicción en tiempos de paz. La estructura social de estos grupos se basaba en lazos de parentesco del tipo patrilineal, esto es ascendencia o descendencia por vía paterna. Cada una de estas unidades estaba encabezada por un jefe o longko, que tenía su autoridad en virtud de su posición genealógica. Este jefe administraba los terrenos del grupo y asignaba los campos a las familias o matrimonios, quienes utilizaban estas tierras hasta que se agotaban. Sucedido esto, el jefe reasignaba nuevos terrenos para la familia necesitada, a la espera de la recuperación de la tierra agotada. Así también, existía una tierra de reserva comunitaria, a la cual cualquier familia tenía acceso si era preciso. Al mismo tiempo, el jefe representaba la ley y el orden para el grupo entero, pero su autoridad estaba relativamente limitada. Durante el siglo XIX, se transformó profundamente la vida social de los mapuche al constituirse el régimen de reducciones indígenas. Lo que antes había sido un trabajo comunitario y parental se transformó, al poco andar, en la individualización de los territorios. Se entregaron títulos de merced a cada familia, lo que provocó la ocupación de terrenos considerablemente más pequeños que los utilizados tradicionalmente. Además, este régimen repercutió en la sedentarización de los grupos familiares y en la pérdida de la autoridad de un jefe como administrador de terrenos. A partir de esta reglamentación las tierras se heredarían al interior de la familia nuclear. Finalmente esto llevó a la desintegración gradual de los grupos locales de parentesco y al surgimiento de las familias individuales, que poco a poco se integraron a la sociedad chilena abandonando su estructura sociocultural tradicional. La transformación de la vida económica familiar, desde la horticultura a la agricultura y ganadería, cambió la economía de autoconsumo familiar y las relaciones de parentesco al interior de las unidades familiares mapuche. Además, la conquista provocó un decrecimiento importante de la población, lo que desencadenó un debilitamiento de la cohesión social.Los grupos de parentesco constituyen la base de la estructura social de toda agrupación humana independiente de su tamaño. La sociedad mapuche, antes de la conquista española, se estructuraba política y socialmente en pequeños grupos de parentesco, siendo su unidad fundamental el lof. En aquella época, el pueblo mapuche basaba su subsistencia en una economía mixta de horticultura y ganadería complementada por la caza, por lo tanto tenían un desarrollo protoagrario. En tiempos de guerra las unidades familiares se articulaban bajo mecanismos tribales, que se disolvían una vez reestablecida la paz y de este modo volvía el control administrativo a los jefes de los grupos locales. Estas pequeñas unidades o estructuras sociales funcionaban de manera autónoma, no existiendo una sola autoridad tribal permanente que tuviera jurisdicción en tiempos de paz. La estructura social de estos grupos se basaba en lazos de parentesco del tipo patrilineal, esto es ascendencia o descendencia por vía paterna. Cada una de estas unidades estaba encabezada por un jefe o longko, que tenía su autoridad en virtud de su posición genealógica. Este jefe administraba los terrenos del grupo y asignaba los campos a las familias o matrimonios, quienes utilizaban estas tierras hasta que se agotaban. Sucedido esto, el jefe reasignaba nuevos terrenos para la familia necesitada, a la espera de la recuperación de la tierra agotada. Así también, existía una tierra de reserva comunitaria, a la cual cualquier familia tenía acceso si era preciso. Al mismo tiempo, el jefe representaba la ley y el orden para el grupo entero, pero su autoridad estaba relativamente limitada. Durante el siglo XIX, se transformó profundamente la vida social de los mapuche al constituirse el régimen de reducciones indígenas. Lo que antes había sido un trabajo comunitario y parental se transformó, al poco andar, en la individualización de los territorios. Se entregaron títulos de merced a cada familia, lo que provocó la ocupación de terrenos considerablemente más pequeños que los utilizados tradicionalmente. Además, este régimen repercutió en la sedentarización de los grupos familiares y en la pérdida de la autoridad de un jefe como administrador de terrenos. A partir de esta reglamentación las tierras se heredarían al interior de la familia nuclear. Finalmente esto llevó a la desintegración gradual de los grupos locales de parentesco y al surgimiento de las familias individuales, que poco a poco se integraron a la sociedad chilena abandonando su estructura sociocultural tradicional. La transformación de la vida económica familiar, desde la horticultura a la agricultura y ganadería, cambió la economía de autoconsumo familiar y las relaciones de parentesco al interior de las unidades familiares mapuche. Además, la conquista provocó un decrecimiento importante de la población, lo que desencadenó un debilitamiento de la cohesión social.
LA ECONOMIA
El comercio con los pueblos vecinos ha sido, por siglos, un elemento esencial del modo de vida pehuenche. Desde muy antiguo el elemento central de la economía de este pueblo ha sido el fruto del pehuén (araucaria araucana). Tradicionalmente, su estilo de vida era nómade, centrado en la caza y la recolección, con desplazamientos y actividades claramente ordenados según las estaciones del año. Al llegar los españoles y a diferencia de los mapuches, los pehuenches no tenían horticultura.
De las pampas argentinas traían sal y plumas de avestruz, a cambio de lo cual entregaban piñones, cestas y utensilios de madera. En plena Guerra de Arauco, los pehuenches comerciaban tanto con mapuches como con españoles.
El caballo cumplía un rol esencial en el comercio pues, además de servir de vehículo, era objeto de preciados intercambios. Aunque criaban algunos ejemplares, la mayor parte de estos animales provenía de la pampa argentina, adonde realizaban excursiones de búsqueda. Las mayores modificaciones al nomadismo pehuenche se introdujeron a comienzos del siglo XX, con la introducción del sistema de reducciones indígenas.
De las pampas argentinas traían sal y plumas de avestruz, a cambio de lo cual entregaban piñones, cestas y utensilios de madera. En plena Guerra de Arauco, los pehuenches comerciaban tanto con mapuches como con españoles.
El caballo cumplía un rol esencial en el comercio pues, además de servir de vehículo, era objeto de preciados intercambios. Aunque criaban algunos ejemplares, la mayor parte de estos animales provenía de la pampa argentina, adonde realizaban excursiones de búsqueda. Las mayores modificaciones al nomadismo pehuenche se introdujeron a comienzos del siglo XX, con la introducción del sistema de reducciones indígenas.
LA AGRICULTURA:La base de la economía mapuche era la agricultura que, según las áreas geográficas en que se ubicaban los grupos, era practicada de diferentes formas: entre los ríos La Ligua y Cachapoal, dependían de la irrigación artificial; al sur del Cachapoal y hasta el río Biobío, de la de secano, y al sur del Biobío, de la agricultura de roza.
Los ambientes en los que se desenvolvió la cultura Mapuche en Chile, permitieron el desarrollo de una agricultura en pequeña escala con cultivos de maíz, papa, quinoa, y ají entre otros.
Los instrumentos agrícolas -de muy poca elaboración- eran un palo aguzado que se utilizaba para abrir agujeros e introducir las semillas; una piedra atada a un mango para romper los terrones, y una horqueta hecha de madera para arar la tierra.
Cazaban guanacos, huemules y roedores, y de la costa lograban extraer pescados y mariscos. Poseían, además, rebaños de ovejas, pero ellas rara vez eran sacrificadas, pues se reservaban como moneda de cambio para comprar a las novias y también para obtener lana.
Los ambientes en los que se desenvolvió la cultura Mapuche en Chile, permitieron el desarrollo de una agricultura en pequeña escala con cultivos de maíz, papa, quinoa, y ají entre otros.
Los instrumentos agrícolas -de muy poca elaboración- eran un palo aguzado que se utilizaba para abrir agujeros e introducir las semillas; una piedra atada a un mango para romper los terrones, y una horqueta hecha de madera para arar la tierra.
Cazaban guanacos, huemules y roedores, y de la costa lograban extraer pescados y mariscos. Poseían, además, rebaños de ovejas, pero ellas rara vez eran sacrificadas, pues se reservaban como moneda de cambio para comprar a las novias y también para obtener lana.
EL VIAJE DE PEDRO DE VALDIVIA
En 1547, Valdivia decidió viajar a Perú para reabastecerse y colaborar para resolver la revuelta social que se estaba produciendo en el centro del virreinato. Llegó justo a la batalla de Jaquijahuana, en la que Pedro de La Gasca se aprestaba a dar el golpe final contra Gonzalo Pizarro y sus seguidores, que habían provocado una gran rebelión y decapitado al virrey. Los líderes de la rebelión fueron asesinados, y como recompensa Valdivia fue confirmado como gobernador de Chile. A su regreso, Valdivia emprendió la conquista de las tierras ubicadas al sur de Santiago. Su objetivo era extender la gobernación hasta el Estrecho de Magallanes. Como resultado de las exploraciones, se fundaron las ciudades de Concepción (1550), A estas fundaciones hay que agregar una anterior, La Serena (1544), por Juan Bohon, que tras ser destruida e incendiada fue refundada en 1549 por Francisco de Aguirre.
Con la fundación de cada ciudad, se asignaban tierras y encomiendas de indios a los vecinos, y se creaba un cabildo. Con la fundación de ciudades y fuertes al sur del río Biobío, Valdivia confiaba en la sumisión del pueblo mapuche, pero la reacción no tardó. A fines de 1553 estalló una gran rebelión dirigida por el joven jefe indígena Lautaro, que había servido a Valdivia y que, por lo tanto, conocía perfectamente sus estrategias de guerra. El 25 de diciembre de 1553, Lautaro logró un triunfo decisivo al derrotar, apresar y asesinar a Valdivia en el fuerte Tucapel. Después de esto, la resistencia indígena se fortaleció tanto, que Concepción fue abandonada y la defensa española debió organizarse desde Santiago. Unos años después, el 1° de abril de 1557, el campamento de Lautaro -que iba camino a Santiago con su ejército- fue atacado de sorpresa por las fuerzas de Francisco de Villagra en Peteroa, a orillas del río Mataquito. Durante la batalla el líder mapuche fue asesinado.
Con la fundación de cada ciudad, se asignaban tierras y encomiendas de indios a los vecinos, y se creaba un cabildo. Con la fundación de ciudades y fuertes al sur del río Biobío, Valdivia confiaba en la sumisión del pueblo mapuche, pero la reacción no tardó. A fines de 1553 estalló una gran rebelión dirigida por el joven jefe indígena Lautaro, que había servido a Valdivia y que, por lo tanto, conocía perfectamente sus estrategias de guerra. El 25 de diciembre de 1553, Lautaro logró un triunfo decisivo al derrotar, apresar y asesinar a Valdivia en el fuerte Tucapel. Después de esto, la resistencia indígena se fortaleció tanto, que Concepción fue abandonada y la defensa española debió organizarse desde Santiago. Unos años después, el 1° de abril de 1557, el campamento de Lautaro -que iba camino a Santiago con su ejército- fue atacado de sorpresa por las fuerzas de Francisco de Villagra en Peteroa, a orillas del río Mataquito. Durante la batalla el líder mapuche fue asesinado.
lunes, 1 de octubre de 2007
LOS HABITANTES: VIDA, CULTURA Y RELIGION
La ociosidad y la monotonía formaban el fondo de la vida colonial. Las siestas y las distribuciones religiosas de la mañana y tarde ocupaban gran parte del día. A las nueve en invierno y a las diez en verano, la campana de la queda terminaba las visitas en los estrados, las puertas se cerraban, y las calles quedaban desiertas y oscuras. Los viajes eran dificultosos y raros. Las noticias de afuera no llegaban sino muy de tarde en tarde, por falta de correos; y, como no había grandes negocios, ni bancos, ni diarios, ni política, el tema de las conversaciones no salía de la cónica casera.Las trabas de la exportación hacía que los alimentos de primera necesidad fuesen abundantes y baratos. Aunque su precio había subido en los últimos tiempos, una fanega de trigo se vendía en un peso, y en cuatro o cinco una vaca. El servicio de una criada no valía más de dos pesos mensuales.Por el contrario, los artículos de precedencia europea eran escasos y caros; pero, en cambio, ni siquiera se conocían muchos de los objetos que las comodidades o el lujo exigen ahora como indispensables.
Contadas familias tenían calesas o carruajes; para los paseos, bastaba la carreta. Solo a fines del siglo pasado llegaron algunos pianos o claves: la guitarra los reemplazaba. Los más elegantes salones se alumbraban con velas de sebo, encendidas con un tizón o con pajuelas, a falta de fósforos. Solamente los ricos tenían alfombra en lugar de estera, y algún pequeño espejo colgado en la pared blanqueada de cal.
Contadas familias tenían calesas o carruajes; para los paseos, bastaba la carreta. Solo a fines del siglo pasado llegaron algunos pianos o claves: la guitarra los reemplazaba. Los más elegantes salones se alumbraban con velas de sebo, encendidas con un tizón o con pajuelas, a falta de fósforos. Solamente los ricos tenían alfombra en lugar de estera, y algún pequeño espejo colgado en la pared blanqueada de cal.
La visión religiosa del pueblo mapuche se basaba en la existencia de un mundo poblado de espíritus y dioses. Sin embargo, este politeísmo se resumía bajo la existencia de un ser todopoderoso, creador de todas las especies vivas, llamado Pillán o Neguechén, quien habitaba en las alturas celestiales y tenía la facultad de conceder la vida y la muerte. A esta deidad se asociaban manifestaciones de la naturaleza, como los truenos, el fuego, las erupciones volcánicas y los sismos.
Asimismo, practicaban el culto a los tótemes, entre los que se puede mencionar el cielo (huenu), el sol (antü), el mar (lavquen), el río (lenfu), la piedra (cura) y el agua (co). Cada tribu invocaba a su totem respectivo, cuyo nombre era utilizado en los apellidos y del cual descendía de acuerdo a la alianza entre el Pillán y el tótem.
Cuando fallecía un mapuche, su cadáver era ahumado, para conservarlo y velarlo durante varios días. El pesar provocado por la muerte era demostrado con gran dolor, y cuando el nombre del difunto ya no era pronunciado, se lo enterraba vestido con sus mejores ropas y provisto de alimentos, chicha, adornos y armas. Luego de cubrir el cuerpo con tierra, los familiares consultaban al adivino o dunguve, para identificar quién era el responsable de la muerte y así cobrar venganza. Si no eran compensados satisfactoriamente, atacaban al presunto culpable con el fin de matarlo.
Asimismo, practicaban el culto a los tótemes, entre los que se puede mencionar el cielo (huenu), el sol (antü), el mar (lavquen), el río (lenfu), la piedra (cura) y el agua (co). Cada tribu invocaba a su totem respectivo, cuyo nombre era utilizado en los apellidos y del cual descendía de acuerdo a la alianza entre el Pillán y el tótem.
Cuando fallecía un mapuche, su cadáver era ahumado, para conservarlo y velarlo durante varios días. El pesar provocado por la muerte era demostrado con gran dolor, y cuando el nombre del difunto ya no era pronunciado, se lo enterraba vestido con sus mejores ropas y provisto de alimentos, chicha, adornos y armas. Luego de cubrir el cuerpo con tierra, los familiares consultaban al adivino o dunguve, para identificar quién era el responsable de la muerte y así cobrar venganza. Si no eran compensados satisfactoriamente, atacaban al presunto culpable con el fin de matarlo.
LOS MAPUCHES DEL TOLTEN
Toltén era uno de los centros más importantes de los mapuche, pues se extendía casi media legua a lo largo del río homónimo y lo habitaban más de 200 familias. El terreno era plano y extraordinariamente fértil, donde crecían muy bien el trigo, las habas, el maíz y una especie de papa que hasta hoy es reconocida como la de mayor calidad en todo Chile.
A mediados del siglo XIX se instalaron los primeros colonos alemanes, franceses y criollos en territorio lafkenche. El auge colonizador comenzó en 1905, como consecuencia de la venta de los sitios ocupados por la "Sociedad Agrícola", lo que originó la creación del pueblo de Puerto Domínguez en la ribera del Budi.
Ya en 1852 había comenzado a formarse, en el litoral cercano al lago, el caserío que dio origen a la localidad de Puerto Saavedra. Esta última fue completamente arrasada por el terremoto y maremoto de 1960 y aún hoy se pueden observar ruinas que marcan la antigua ubicación del pueblo
.En este contexto, las comunidades mapuche de la zona se ubicaron en la ribera del Budi, donde continuaron cultivando sus tradiciones, las que hoy abren para que el mundo conozca los bellos parajes que cobijaron a estos asentamientos prehispánicos y las hermosas manifestaciones culturales -artesanía, tejidos, religiosidad, gastronomía y juegos- de la "gente de la tierra".
A mediados del siglo XIX se instalaron los primeros colonos alemanes, franceses y criollos en territorio lafkenche. El auge colonizador comenzó en 1905, como consecuencia de la venta de los sitios ocupados por la "Sociedad Agrícola", lo que originó la creación del pueblo de Puerto Domínguez en la ribera del Budi.
Ya en 1852 había comenzado a formarse, en el litoral cercano al lago, el caserío que dio origen a la localidad de Puerto Saavedra. Esta última fue completamente arrasada por el terremoto y maremoto de 1960 y aún hoy se pueden observar ruinas que marcan la antigua ubicación del pueblo
.En este contexto, las comunidades mapuche de la zona se ubicaron en la ribera del Budi, donde continuaron cultivando sus tradiciones, las que hoy abren para que el mundo conozca los bellos parajes que cobijaron a estos asentamientos prehispánicos y las hermosas manifestaciones culturales -artesanía, tejidos, religiosidad, gastronomía y juegos- de la "gente de la tierra".
HISTORIA DEL PUEBLO MAPUCHE O ARAUCANO
El origen del pueblo mapuche (gente de la tierra) es incierto. La versión más difundida indica que habría surgido por la migración hacia la zona central de Chile de cazadores-recolectores provenientes de la vertiente oriental de Los Andes, probablemente poblaciones de la pampa argentina o del territorio guaraní.
Hasta la llegada de los españoles, los mapuches dominaban la zona sur del valle central de Chile. El empuje de la colonización concentró a la mayor parte de las comunidades al sur del ancho río Bío-Bío, donde los espesos bosques y los caudalosos torrentes fueron aliados naturales de la larga resistencia del pueblo originario.
Los españoles y posteriormente las fuerzas militares chilenas realizaron sucesivas campañas para propiciar la colonización, pero el espíritu indomable de los mapuche fue un tenaz obstáculo hasta fines del siglo XIX, cuando fueron derrotados en la ofensiva que los historiadores han denominado "Pacificación de la Araucanía".
Hasta la llegada de los españoles, los mapuches dominaban la zona sur del valle central de Chile. El empuje de la colonización concentró a la mayor parte de las comunidades al sur del ancho río Bío-Bío, donde los espesos bosques y los caudalosos torrentes fueron aliados naturales de la larga resistencia del pueblo originario.
Los españoles y posteriormente las fuerzas militares chilenas realizaron sucesivas campañas para propiciar la colonización, pero el espíritu indomable de los mapuche fue un tenaz obstáculo hasta fines del siglo XIX, cuando fueron derrotados en la ofensiva que los historiadores han denominado "Pacificación de la Araucanía".
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